¡Qué desdicha más grande!
Y quizá se deba, en gran parte, a qué no estoy pudiendo ver todo lo que poseo.
La magia y el amor que se me fueron dados. Soy terriblemente afortunada.
Entonces ¿Por qué me persigue esta abundante crisis?
Es una enfermedad tenerlo todo y creerte dueño de nada. Creer que aquí y ahora ya nada importa.
Ser tan profundamente triste no me ha llevado a ningún lado ¿A ti si?
Yo quisiera que esté impulso de vida, de querer ser, de comerte el mundo exista siempre.
Y no puede.
No puede porque existe una ley, un equilibrio que se mantiene.
¿Cómo lo sostengo?
Si yo quiero plenitud, alegría, y en su defecto, ser siempre una. ¿Cómo?
Si no es posible una felicidad constante cuando el mal eterno asecha.
No es posible aquello que quiero porque en este mundo se sufre siempre un poco.
Aquí pagamos el precio de vivir y es eso lo que pagaremos siempre.
El hecho de que somos humanos, mortales, que perdemos siempre algo, que aquí nada es eterno.
Que existe un orden que te aplastará si no lo cumples.
¡Qué desdicha más grande!
Y quizá se deba a tanga ignorancia e incoherencia.
A tanta fé mal puesta, mal confiada, mal direccionada.
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