Háblame de alguien que alguna vez haya tenido la capacidad de hablar del sentimiento continuo de dos años de su vida en solo dos semanas, en solo una carta. Porque yo no encuentro a nadie que lo haya hecho antes, y tampoco me veo en la capacidad de ser el primero en redactarlo.
Pero decidí ignorarlo e igualmente intentarlo, escribiendo dedicadamente cada una de las palabras más tristes jamás dichas, que alguna vez fueron las más felices, pero cambió el contexto. Porque ahora esos 'te quiero' no me daban esa pizca de esperanza, sino que me recordaban cómo me iba a destrozar tu ausencia. Porque ahora esos abrazos ya no me protegían, me dejaban abandonado en mitad de la guerra. Traté igualmente de escribir en dos semanas lo que no conseguí en dos años, y solo logré hacerme más daño.
Y en medio de mi búsqueda por encontrar un pequeño salvavidas o punto de apoyo para mi ahogante forma de pensar(te), solo me di cuenta de que en realidad todas mis palabras serán en vano, escritas con la intención de acompañar un sentimiento, una vivencia y un dolor. Pero estas no cambiarán nada. Ya está hecho. Solo serán palabras escritas como el último grito de lo que alguna vez fue mi más profundo amor, convertido en la sal más pesada que se le pudo echar a la herida. Y como cuando se me abren las heridas, yo sangro con palabras que se convierten en poesía; la gente que me vea en mi último aliento solo se pondrá de pie para aplaudirme, y no para acudir a mis más dolorosos llantos.
Una vez, faltando ocho días para lo más temido, le supliqué a la primera fuerza divina que se me cruzara, que por favor tomara todas las lágrimas de este proceso, tanto las calladas como las gritadas, y que me ahogara con ellas. Que no me dejara vivir para llegar a ese momento, que prefería simplemente ignorar que todo esto alguna vez sucedería. O más bien, que preferiría ignorar el hecho de que no pudiera hacer nada para evitarlo, que se me hubiera salido de las manos.
Faltando cinco días me pregunté, ¿qué sería de nosotros si los finales olvidaran terminarse? ¿Por qué todo lo que inicia debe de tener sí o sí un final?
Y lamentablemente, me di cuenta de que incluso si desde el inicio hubiera sabido la fecha en que te irías, y cómo iba a terminar yo, igualmente te hubiera buscado.
Me habría quedado contigo a almorzar o en los descansos; te buscaría cuando tuviera el corazón en la mano o cuando pensara que se rompería más de lo que ya estaba. Volvería a decirle a mis amigas que eres mi figura paterna, un pilar que, a fin de cuentas, se hace indispensable en mi vida. Aun sabiendo que te irías al final y que volvería a sentirme como ese día en que mi padre se fue de casa, te querría tanto como lo hice. Tal vez incluso más.
Aunque no tenga sentido, ya nada tiene que tenerlo si ya hemos llegado al final. Incluso si te parece ridículo, en este momento lo único que quiero es darte las gracias.
Sí, mientras lloro y vuelvo a revivir la noche en que me quedé sola, abandonada incluso por mi propia sombra, solo pienso en agradecerte, porque estuviste más de lo que yo pensaba.
Porque te quedaste más tiempo del que creí, porque hiciste más cosas de las que otras figuras paternas han hecho por mí. Y tal vez tú nunca lo supiste, porque no me veía capaz de decirlo, porque me daba demasiado miedo. Pero, ¿hasta dónde me ha llevado el miedo, que incluso me hace dudar de lo que siento?
No quiero seguir alargando más esto, porque sé que si continúo, seguiré pensando que ni todas las palabras del mundo lograrían explicarme. Me gustaría poder cortarlo de golpe, pero odio los finales, y eso también en mis textos.
Tal vez si realmente te tomaste el tiempo de leerlo, incluso con mis vueltas y mis confusiones, sabrás que este texto es simplemente la muestra más profunda de mi miedo. Porque las cosas se repiten para mí, y eso me aterra.
No sé bien qué es lo que quiero lograr o adónde quiero llegar, pero sí sé que quiero que sepas que, si hay alguien que alguna vez te quiso tanto como una niña puede querer a un padre que no es realmente su padre, fui yo. Que tal vez tú me olvides así de rápido como llegué a sentarme a almorzar contigo.
Pero para mí, tú serás único en el mundo.
Pasarán los días y sé que me seguirá doliendo, porque no sé despedirme de las personas, y tal vez me martille la cabeza pensando que pude haberlo hecho mejor. Te seguiré buscando con la mirada en todos mis descansos, aunque ya sepa que no volverás a pasar por ese camino. Lo haré por los recuerdos, y por todo lo que me gustaría que alguna vez fuera, pero sé que ya no lo conseguí.
Tal vez en otra vida, si nos volvemos a encontrar, sea más valiente y logre decirte que te quiero, papá. Tal vez en otra vida te lo diga el primer día, y no tenga que esperar al último para hacértelo saber. Tal vez en otra vida tú sí lo seas realmente.
Si tengo la suerte de volverte a ver, incluso después de todo esto, no sé qué haría. Tal vez lloraría, porque es lo único que sé hacer bien.
Me quedaría más tiempo rogándote internamente que, por favor, no te vayas tú también. Que no me dejes así, que yo pensaba que tendría más tiempo, pero ya es inútil. Lo supe hace mucho tiempo, y aun así seguía gritando en silencio: por favor, no me dejes tú también.
Lamento lo largo que es esta carta. Nunca aprendí a hacer pequeñas mis emociones, y esto es todo lo que traté de escribir en dos años, escrito en dos semanas.
Gracias por haber estado hasta este momento. Y espero, de verdad, que te vaya muy bien.
Nunca voy a olvidarte.
Te quiero mucho, Mateo

Sayla 🌲
Solo soy un alma contenida en un árbol. 🌲 «Ahora me veo otra vez a mí, más allá de un sentir.»
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.

Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión