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Dos perspectivas del truco

Dec 5, 2025

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Dos perspectivas del truco
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Ciertas experiencias en torno a cuarenta naipes nos hacen preguntarnos con seriedad ciertas nociones raigales del juego. Por ejemplo, en una ocasión estábamos en el antro jugando al truco, mi compañero el Colo me hacía la segunda. Fito cantó “envido” y planteó que la mano canta, yo había jugado un 3 de espada así que tuve la sutil tentación de cantar veinticinco, ahí nomás este, Fito se engolosina y le dice a Juan “hacelos mierda” a lo que acto seguido pasa a decir que cuenta con treinta y dos puntos, seguro de vencer lo dice con una sonrisa pícara en los ojos. Lo miro al Colo y le pregunto, “jodeme que te dio. ¡No! No me digas que te dio. ¿Te dio?” El Colo mira sonriente y dice “no todo está perdido porque ¡treinta y tres son mejores!”. Fito odioso calla y deja ganar la primera, juego un once de copas. Hasta aquí todo bien. Yo canté 25, Juan 32, mi compañero el Colo 33. Lo que cuentan son los puntos de él, ¿no? Perdemos la segunda y yo quedo al último lugar, Fito canta truco, impertérrito contesto que retruco, los ánimos se caldean y él dice quiero vale cuatro, que quiero carajo. Y ahí nomás él juega un siete de oro triunfante frente a mi supuesto dos de espadas. Pero no todo es cristal porque en vez de jugar el dos a último momento juego el as de bastos ganando la partida. ¡Para qué! Ambos, Fito y Juan se indignan, “eh dijiste que tenías 25”. Ante lo cual contesto “Sí, pero los puntos los tiene mi compañero, los míos no valen”, y dicen “pero mentiste”. ¿Cómo se soluciona este problema?

A mi modo de ver hay dos filosofías en juego. Y ambas se vinculan con el valor de la palabra emitida. En mi perspectiva, las palabras no tienen un sentido vincular, lo importante es mostrar los puntos para demostrar la fuerza o no que se tuvo al final de un partido. Importan menos las palabras que la fuerza, es decir, los hechos, las cartas. El peso está dado por las cartas que se tienen. ¿Se dijo que se tenían 33 puntos? Bueno, los quiero ver en mesa. Según esta perspectiva, cantar que se tienen veinticinco puntos cuando se tiene en verdad otra cosa está en consonancia con la idea de que cualquier engaño es fiel al espíritu del juego.

Pero la otra visión dice: todo lo que se dice, si ha de querer reclamarse los puntos, debe ser cierto. ¿Cómo elegir? ¿Por qué se sostiene? Porque las palabras tienen un peso sagrado, y porque se considera que al final de la partida si se pretende ganar todo lo dicho debe ser sustentado con las cartas. Se puede decir lo que se quiera, pero al final, al “prender la luz” tenemos que vernos los rostros, saber quién es quién.

En concreto, ¿vale solo la palabra del poseedor de los puntos o de la pareja? ¿Y se permite esta forma de engaño? Lo que se dice debe ser demostrado con la fuerza de los hechos. Hechos y palabras, si se desea vencer deben ir unidos. En definitiva, creo, es una visión muy distinta del poder. La primera sugiere picaresca y hay una relación más “sucia”, no en el sentido de tramposo, sino de débil, el engaño prima, la travesura. La segunda si se quiere es más marcial, implica que el poder es soberano.

Todo se resolvería con una reglamentación precisa, pero yo nunca leí las reglas del truco, me las enseñaron por transmisión directa, y del mismo modo a todos. Como siempre la solución entre Fito, Juan, el Colo y yo se resolverá a partir de la estética y de la determinación de qué tan bello fue el juego.

Bonchi Martínez

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