Donde el mundo se detuvo por un ratito, y tuve que reaprender todo lo que había olvidado. Y lo que había olvidado era precisamente lo que me hacía sentir viva, lo que me daba sentido y propósito.
Siento con todo mi ser, con cada fibra de mi alma, con cada latido de mi corazón. Amo con una intensidad que me consume, soy una enamorada del amor en su forma más pura y verdadera. Espero cada día poder seguir sintiendo así, porque en ese sentir yo me encuentro a mí misma, me reconozco y me vivo. No quiero perder mi esencia, corrompida por una realidad que no es la mía.
Hubo momentos en que quise dejar de sentir así, en que creí que perdía por sentir de manera tan profunda. Pero hoy tengo claro que siempre gané. Me compensa cada día ser quien soy. Siento porque estoy viva.
Soy la parte que ama con todo su ser, pero también hay días que soy la parte compleja, contradictoria, oscura y dolorosa de mi que no puede sentir nada. Soy ambas partes, todos somos dos partes, somos luz y oscuridad. Aprender a vivir con esas dos partes sin que una le gane a la otra es un proceso que no es fácil, con sus altibajos y desafíos. Pero es en ese equilibrio difícil donde encuentro mi propia identidad.
Gracias a la gente que cuida mi parte que ama con todo. Gracias a quienes me dejan amarlos sin miedo y me aman de la misma forma. Gracias quienes me confirman que los amores sinceros, intensos y profundos son los que movilizan y dejan algo en este mundo. Ahí está el mío y gracias a los míos por darle sentido a esa parte de mí. La deuda con ellos es por siempre.
-yo
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