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Dos formas del sinsentido y la potencia.

Oct 14, 2025

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Dos formas del sinsentido y la potencia.
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Casi nunca lo que brilla es deseo. ¿Por qué canta Milei?

En una mostración, explota el Movistar Arena. Un intento —tal vez exitoso— de mostrar lo que se quiere mostrar: que se canta, que se grita, que se amenaza, que se hacen chistes. Mostrar que se lucha, mostrar que se puede.
Entre voces apuradas, referencias poco claras y gestualidades desacopladas, se monta un show. A toda potencia.
Porque si hay algo que, de seguro, en ese escenario se quiso mostrar —y finalmente se mostró— fue la potencia. Entonces, la pregunta de partida será por la funcionalidad de ese síntoma o de esa conducta: ¿quién se empodera con esa presentación presidencial? ¿Quiénes están ávidos de no sentirse impotentes? ¿Quiénes miran y aplauden, gritan, festejan, vociferan?

Incluso cuando todo está en su lugar, parece desencajar. Parece romper antes que armar: el goce. El fuego, la música, la gente, el show; todo impecable, pero hace ruido, está forzado, no encajan las piezas. Alguien me dirá que un presidente cantando está fuera de lugar. Puede ser, pero parece más un argumento de las formas que de las ideologías. Tenemos motivos suficientes para buscar el problema en otro lado.

Resaltan entonces, entre la mixtura de cualquier público, dos tipos de grupos. Un conjunto de varones, gymbros, con mostración de heterosexualidad, antifeministas, cuya identidad pasa por una potencia masculina en una época que señala la impotencia de ese rasgo identitario, disputando efectivamente que ya no son modos de hacerse lugar en una sociedad.

Por otro lado, un conjunto de excluidos. Esos que dan lugar a que alguien escuche los videos y piense: “esta gente está rota”. Ya no —como los varones antes mencionados— porque su inserción social sea a costa de otros, sino porque la trama social los ha dejado fuera: por rarezas en sus expresiones, en sus modos de vestir, de hablar, por falta de capacidades adaptativas también. Desde luego, comparten muy poco, pero esa es la potencia de la política y de los significantes: la imagen y el discurso libertario los encuentran en una misma identificación, en un modo particular de mostrar potencia. Acá no nos falta nada, las fuerzas vienen del cielo, los perros no se nos mueren y si no nos votan es porque no entienden.

Se los sostiene a partir de un oferta del goce, televisado, indiscreto. Pero no de cualquier goce: ese es el problema. Lacan, en su Seminario 6, habla del goce fálico como el “goce del idiota”, donde lo “idiota” no tiene que ver con la estupidez de quien lo ejerce, sino con la desconexión respecto del Otro. Marcelo Barrios, en su libro La condición perversa, deja en claro que ese goce es prohibido por la ley justamente porque prescindir del Otro es no estar comprometido con nada. Comprometerse: condición del amar y del trabajar.

¿Cómo reconstruir una nación, un pueblo y sus comunidades desde estas posiciones identificatorias? El psicoanálisis reconoce que en lo humano está la perversión, pero eso no la vuelve política de Estado.
¿No encaja bastante bien con el modelo de sujeto individualista y autosuficiente? Recordemos, ante todo, que esta forma de entender al sujeto es solo un modelo, en tanto ficción.

 

Otra cara, la del deseo.

Por fuera de la lógica de la salud, por fuera de entregarse a otros placeres de la vida ligados al descanso o al consumo, Miguel Ángel Russo decidió pasar sus últimos meses sentado en un banco de suplentes. Sin argumentos médicos, sin necesidades económicas. Quizás se trate de eso: sin necesidades, pero con deseos.

En ambos casos hablamos de un no-lugar. En la escena liberal, a pesar de todos los elementos cumpliendo su función, algo no cuaja; algo deja fuera de lugar la Completud. Por su parte, en la función del DT no había un lugar lógico para su presencia al borde del campo de juego; sin embargo, en este caso se armaba un sentido sobre la escena. Porque eso hace el deseo: deja caer algunos sentidos (por lo general los más lógicos o ligados al sentido común) para armar otros, más liberadores. No sin costo —no se trata de eso—, pero que dan aire para vivir. No en el sentido biológico del término.

La potencia del goce está condenada a la impotencia, por eso se repite constantemente. La potencia del deseo, permite otra cosa.

Eros une, conserva, crea. Miguelo hizo los lazos que tenía que hacer, porque qué importante que alguien habilite esos deseos y no los sancione en nombre de vaya a saber qué moral o rentabilidad de turno.

Gozar
Es tan parecido al amor
Gozar
Es tan diferente al dolor

Es tan parecido, pero no lo mismo; es tan diferente, pero no distinto.
No todo lo que brilla es deseo, pero que los hay, los hay.

Es interesante que la propuesta de la oligarquía argentina, encabezada por Javier Milei, se ofrezca a su público como un sinsentido. Y, más allá de lo conservador y ya conocido de su propuesta económica y política, considero que hay elementos novedosos en su presentación y en su discurso que hacen a ese sinsentido.

Construir nuevos sentidos a partir de eso es otro cantar: otra lógica y otra operación, estructuralmente diferente. Por eso, recuperar el deseo como categoría política es recuperar otra forma del sinsentido, otra forma de cuestionar. Una forma que se hace lugar donde no lo hay, para armar algo nuevo, y que no puede prescindir del Otro. Recuperar esa potencia es impostergable, lo que no significa inmediato, porque el deseo nunca lo es.

 

Facu Goyena

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