Me voy con el viento,
hasta desaparecer en su susurro,
me deshago en la hondura que habito,
Me disuelvo en mi propia profundidad
como quien se sumerge en sí mismo
sin miedo al eco ni a la sombra.
Mi nombre respira en la frase subrayada
de aquel libro que me abrió la piel.
Me disuelvo… y en ese gesto me encuentro:
vuelvo obra de lo que toco,
me vuelvo parte de lo que miro,
soy eso.
Soy océano:
flujo, entrega, marea que vuelve.
Soy sol:
instante de luz en lo efímero.
Soy tierra:
materia que respira en silencio.
Soy todo lo que amo,
porque en el amor se borra la frontera del “yo”.
Si me quieres mirar,
escúchame.
Soy canto antes que forma,
vibración antes que cuerpo.
Siento porque pienso
y pienso porque amo;
el intelecto se rinde a la emoción,
la emoción abraza la idea,
y se vuelven uno,
como dos ríos que ya no se distinguen.
Mi alma se extravía —sí—,
deambula por un planeta gris,
pero vuelve colorida,
teñida de aquello mismo
que la hizo perderse.
No sé a dónde voy,
pero el camino me sabe dulce y verdadero.
me convierto en parte del paso,
del ritmo, del pulso,
y sigo.
Yo soy el viaje, y al avanzar, nazco
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