¿Dónde estás Gardelito?

A veces, solo a veces, cuando nadie me mira y nadie puede detenerme, entro a ver tus listas de música.

No lo hago muy seguido, solo cuando escucho un tango y, de repente, se me aparece tu sonrisa. Esa sonrisa que ponías cada vez que sonaba Cambalache desde un parlante.

Me acuerdo de esos tiempos. De esos días en que la vida parecía eterna.

Observo cada uno de tus títulos guardados.

Los mastico, los trago y me caen mal.

Me detengo en esa canción que escuchaste hace un momento.

Tu música me deprime, me pone mal, me da ganas de arrancarme el corazón.

Tu música me alegra, me devuelve la vida, me lleva de vuelta a ese lugar donde una vez fui feliz.

Parece estúpido haberme alejado.

Pero después recuerdo todo lo que pasamos y sé que fue lo mejor. Que, si me quedaba, íbamos a rompernos pedazo a pedazo.

Miro tus listas y encuentro bandas de rock que me gustan.

Pienso en lo mucho que detestabas el pop y en lo mucho que a mí me encanta.

De repente me topo con una lista particular, titulada: Te Odio.

¿Por qué la llamaste así?

Debo ser tonta, o muy perseguida, pero siento que es para mí. Que me lo decís mirándome fijo, con el ceño fruncido y la nariz arrugada.

¿Será que me siento culpable?

Sé que te hice mal, que fui una hija de puta. Pero vos también hiciste de las tuyas.

Y, aun así, incluso después de todo, te sigo queriendo.

¿Me querrás vos también?

Todavía sueño con que algún día volvamos a escuchar a Gardelito juntos, mirando las estrellas.

Cómo me gustaban esas noches.

Que todo terminara con un “nos vemos mañana”.

Y nada impidiera que nos reencontremos una y otra vez.

Nada… hasta que lo hubo.

Ya pasaron meses.

No nos vemos.

No nos hablamos.

No nos escuchamos.

Solo me quedan esas canciones que alguna vez compartimos.

Esos recuerdos que todavía duelen.

Y en esa melancolía caigo: ya no escucho tango.

Ya no miro las estrellas.

Gardelito está muerto.

Y nuestras canciones también.