Al principio fue casual. Un encuentro sin intención, una coincidencia más entre tantas otras. Pero desde ese primer momento, algo se encendió. No fue un rayo, ni una tormenta repentina, pero sí una chispa silenciosa que fue creciendo sin que nadie lo notara. Con el tiempo, una de esas dos almas comenzó a mirar a la otra de un modo distinto.
No fue algo que se buscara, ni algo que se pudiera evitar. Simplemente sucedió. De pronto, cada palabra, cada mirada, cada silencio compartido tenía un peso distinto. Esa persona tan real, tan humana, tan imperfectamente hermosa empezó a habitar cada rincón de sus pensamientos.
Pero junto con ese amor inmenso, nació el miedo. El miedo a ser quien siente más. El miedo a entregarse del todo y quedar expuesto, sin defensas. Miedo a que un día, sin previo aviso, esa persona decida irse. A quedarse con el amor desbordando el pecho, con los brazos vacíos y el alma en ruinas.
Siente tantas cosas por esa persona que a veces se pregunta si es posible sostener tanto dentro del cuerpo. Una mezcla de ternura, deseo, admiración, necesidad… y también dolor. Porque amar con tanta intensidad es también una forma de estar en riesgo. Porque nada duele más que imaginar que, después de todo lo sentido, esa persona simplemente no se quede.
Y aún así, no puede dejar de sentir. No quiere dejar de hacerlo. Porque en medio de todo ese miedo, ese amor sigue siendo lo más verdadero que ha conocido.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión