Eres la persona más dulce, la más bondadosa, la menos exacta. Has pasado por tanto y, a la vez, has olvidado tan poco. Perdiste la ruta de tu destino; te comparé con un submarino porque, al principio, todo navegaba a flote. Pero te sumerges en silencio para enfrentar tu mar tenebroso, y en esa inmersión, tu rumbo se desvanece. Temes persistir, aferrarte a lo que cargas, y reduces tus problemas a lo microscópico, hasta que se vuelven invisibles.
Dices que soy el único que conoce tu historia. Yo estuve ahí desde el principio, y mucho antes de que estallara. Nunca fuiste una carga para mí. Lo hago por amor, o porque soy humano y me duele el dolor ajeno. Te llamo fuerte porque, a pesar de todo, avanzas. Te llamo valiente porque pocos se atreven a mirar de frente su mayor miedo.
A un alma tan dulce le tocó un camino tan arduo, que si pudiera, te daría la mía para que contemplaras desde afuera la belleza que mereces. No importa si yo me quedo en penumbras; lo esencial es que tú encuentres un mundo con más luz y menos sombra.
Te lo aseguro: saldremos de esto. Si llegamos hasta aquí, solo nos falta un paso para alcanzar la calma. Donde todo será sereno, donde la paz desplazará a la pena. Sigue así, con la frente en alto. No claudiques, quédate a mi lado. Así que toma mi mano y caminemos juntos hacia el porvenir que aún no has alcanzado.
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