Las gotas de lluvia se miran caer con cansancio. Agotadas de dependencia, no son nadie sin la fuerza gravitatoria. Mojan las calles damero y el parqué de la cocina donde me hallo, lo salpican las gotitas, el parqué con pecas. Escribo sobre cualquier cosa, ya me ves, para evitar escribir sobre nosotros, lo que en verdad me importa.
Cuando llueve te extraño un poco más. Revivo ese recuerdo borroso que ahora se vuelve moldeable, lo adorno, le tiro perfume y me miento a mi misma diciéndome que es eso, que lo nuestro era todo eso que en verdad no era y nunca fue, pero me alivia. El recuerdo intervenido como un collage, me tranquiliza. Si me atrevo a escarbar un poco más, podría llegar a conclusiones indeseadas: que en realidad el castillo que construimos nunca fue para nosotros, con los pasillos llenos de mugre y el polvo entre los libros apilados. Si evoco el recuerdo vírgen, me asusto: rompo la burbuja rosa chicle y entonces veo, tus palabras de maltrato y ese futuro imposible que pretendías ensamblar con nuestras partes: tus partes rotas enmendadas con mis lágrimas de oro, kintsugi con las lágrimas de emoción y tristeza que provocas para drenarme, yo que no soy musa de nadie.
Las gotas siguen cayendo y a veces quiero resbalar con ellas, dicen que siempre desembocan en corrientes de agua mayores, que las absorben: si me dejo llevar donde caeré. En tu abrazo? sobre mi misma en espiral? sobre los brazos de un otro cualquiera que me salve?
caeré sobre nuestro recuerdo,
una vez mas
disponible,
para protegerme como un paraguas de las gotas que me miran mientras te escribo.
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