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Que solo pide el brillo de la luz.
'Amor, es gozo estar de tu sonrisa observado, de tu caricia regalado, cumplido de tu amable trato'.
Así estaba y estuvo Anselmo, que plasmaba en papel y pensamiento la gloria de esos fugaces instantes tan eternos.
'Cuando nos miramos, nuestros ojos brillan en una profunda e insondable oscuridad'.
Duró lo que duran siempre estas cosas: un rato. Luego pueden romperse en pedazos o suavizarse en trazos lisos, rincones curvados.
En el caso de Anselmo no fue lo peor quedarse, inesperado, abandonado; fue el saber, sin duda, que nunca hubo lo que había vivido con tanta certeza.
Así como el creyente sufriera la decepción de saberse sin Dios al conocer de primera mano la muerte, si tal cosa fuera posible, así se sintió Anselmo cuando despertó de aquel maravilloso sueño. Tan maravilloso que despertar fue un infierno.
Fue verse como se ve el desahuciado. Fue sentirse como se siente el fracasado. Fue saberse como se sabe el acabado.
Fue, sí, una vela negra cuya luz hace reflejar la sinuosa forma del diablo.
Y es que el desamor, venga como venga, siempre es el azote de un látigo para un esclavo.
Firmado: El escritor Dolbach.
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Dios no.
Llevo toda una vida, y las hay más cortas y más largas (no hablo de eso otro, pues el tamaño aunque importe no puede remediarse), toda una vida, digo, pensando en Dios. Al menos muchos ratos y desde muchas perspectivas.
Mi conclusión a día de hoy (quizás mañana tenga otra epifanía) es que no hay Ser Supremo que valga ni al que le importemos una higa.
Lo que hay en lo tan enorme desconocido es ignoto, sí, pero no omnisciente ni todopoderoso ni Amor ni Trino.
Lo que hay es energía, materia, antimateria, infinitudes enormes y pequeñas. Hay mucho, pero nada que a nosotros nos tenga en cuenta. Como ni tú ni yo damos importancia a un grano enmedio del desierto, así le pasa al Todo con respecto a nosotros.
Estar estamos, pero como casualidad derivada de la lógica de unas causas. Pero podríamos no estar, como no están nuestros no nacidos hermanos.
No, no hay Dios.
Firmado: El ateo Dolbach.
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Aquel gato ya murió.
Es mucho tiempo en la caja, así que la paradoja ya se sustanció en una certeza incuestionable.
Extraño mundo el mundo todo. Y si no comprendemos el cotidiano, imposible comprender el cuántico. Las cosas, viene a decir el gato, digo simplificando, son por interacción, no por sí mismas. Por sí mismas andan sin definirse, pudiendo ser de un modo o totalmente al contrario.
Con el minino sabemos que todo es cuestión de tiempo y que esa no sustanciación, al final (solo es dejar que pasen segundos o eones), se hace carne y habita entre nosotros.
Una persona no es siempre de un modo. Ni tú ni yo somos los que fuimos ni seremos los que somos. Esto sucede porque no somos cuánticos y estamos influidos por la interacción con la realidad prosaica.
Prosaica la llamo para distinguirla de esas otras realidades que están, por ínfimas, por enormes, por multidimensionales, lejos de nuestra comprensión y alcance.
En fin, que el gato ya ni huele. Quedó en momia repelente. Realidad asquerosa esa, se cuente cómo se cuente.
Firmado: El filósofo Dolbach.
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A Barrabás.
Si tuviera la habilidad, la destreza, el arte, plasmaría en una pintura, en un lienzo, la masacre del mundo. Al planeta Tierra así como un Cristo crucificado, ensangrentado, zaherido, masacrado.
El sanedrín (el Capital) ha comprado al populacho y entre salvar nuestro único hogar o salvar nuestro dinero, nuestro lesivo modo de vida, hemos vuelto a elegir mal.
Y ellos siempre se lavan las manos.
Seguro que la Tierra resucitará al tercer día o al tercer siglo o al tercer milenio, pero nosotros habremos perecido sin salvación.
Firmado: El párroco Dolbach.
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Al que más calienta.
Asoma el sol con su tímida sonrisa,
en el horizonte
como un despertar
a su propia claridad del día.
Pero no tiene arrestos hasta mediada la mañana,
cuando más alto vuela su lozanía.
No calienta no,
no por él,
que él es el mismo,
no es su calor el del verano,
no por su hacer, no,
que es por culpa de nuestro propio plano.
Así suele doler la ofensa,
no por la ofensa misma,
sino por como nos la tomamos.
El sol como nuestro amo.
Amo amigo, amo hermano.
Amor con el que ir de la mano.
Solo el sol nos hace posible.
Solo el sol nos salva del invierno.
Solo el sol nos quiere sin condiciones.
Hagamos lo que hagamos.
Estamos tan solos,
tan enmedio de nada,
tan exiliados,
que sin su calor,
ni color
ni mariposas
ni galápagos.
Sol en soledad,
entre millones de estrellas,
astro extraordinario.
Firmado: El poeta Dolbach.
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