El amor nunca es un desperdicio;
siempre vale la pena vivirlo, sentirlo.
Pobres de aquellos que nunca se han permitido amar,
porque les da miedo su simple bondad.
Malditos aquellos que se cierran,
que no quieren, ni por un momento, experimentar
la verdadera divinidad de quienes son en realidad.
Bendito el amor,
que me tiene a sus pies como si fuera religión.
Creo en él, ruego por él,
y cuando su luz se presenta ante mi ser,
he de agradecer el milagro de poderlo conocer.
No es por la persona, ni por el placer,
es por el mero fin de descubrir
qué hay más allá de lo que solemos creer.
Vernos genuinamente humanos, sin ataduras,
siendo simplemente costales de sentimientos,
de empatía y de recelo,
por aquellos que encontraron el camino correcto para
llegar al cielo.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión