porque abrazarte era como hallar un templo entre la piel,
donde mis manos rezaban y tus latidos eran el único sermón,
desde que ya no te tengo mis noches son catedrales vacías,
ecos de plegarias apagadas que flotan como incienso perdido,
ya no alzo la vista al cielo,
pues en tu cuerpo encontraba el paraíso,
y en el roce de tu piel sentía la eternidad colarse en un suspiro,
amarte era comulgar sin palabras,
una fé que no se explica
solo se siente,
y ahora,
sin ti mis oraciones se quiebran como cristales caídos ante el altar,
porque en ti veía reflejada la divinidad,
besarte se sentía mejor que rezar
y desde que ya no te toco,
dejé de creer en la salvación
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