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Divagando

Jul 17, 2025

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Divagando
Nuevo concurso literario en quaderno

Alguna vez, en una parte de mi amada vida, tuve una gatita que nunca tuvo un nombre. Quise muchas veces ponerle pero todos eran largos y al final del día era mi hermosa "Micha". Ella creció conmigo, en hogar que no tiene recuerdos muy bonitos e inclusive muchos de ellos han sido desparramados en alguna parte recóndita de mi cuerpo y de mi corazón.

Aquella me ha brindado mucho cariño, ha dejado huellas de su enorme pelaje en alguna prenda que me sigue acompañando.

Alguna vez, en los escombros de esa casa con fachada triste, ella me hizo feliz y por primera vez me regalo la sensación de que algo era mio: su corazón incondicional.

Si, la seguiré extrañando y muriendo de amor cada vez que una imagen de ella vuelve a mi.

Esa en particular me da risa, me recuerda un instante de carcajadas junto a un hombre que se quedó allí, en esa parte de mi vida.

A veces pienso que he girado entre escalones, que los di vuelta, porque mi vida cambió de rumbo en un momento de destellos de juventud divina, cuando mi impulsividad era más fresca (aun lo sigo siendo pero con mas "responsabilidad"). A la vez, yo creía que estaba bien escuchar a mi corazón, que ese nunca se equivocaba porque son mis deseos gritando.

Sigo creyendo en todo eso pero con unos años en la espalda, con menos ingenuidad y valorando el ruido de la valentía feroz que una puede tener antes de los 20 años. También apuesto a esa valentía en mi actualidad pero sembrando ideas a largo plazo porque algo que descubrí los últimos años es que la felicidad se manifiesta en la tranquilidad de vivir con el corazón escuchado.

Hay que volver a escuchar a nuestra "loba" interna, a lo terrenal. Hay que gritar un poco como maullando, como rugiendo. Hay que mirar a nuestras mascotas y pensarnos desde ellas, con amor. Pero también hay que mirar a los no domesticados, a la salvajada maravillosa de la naturaleza.

Porque estamos lejos o nos estamos alejando de allí, de nuestra génesis, de las comunidades, de la tribu, de lo familiar. Y cuando volvamos a acercarnos encontraremos otra vez la voz de la paciencia, de lo tranquilo.

Dolores Scolpino

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