Distancia II, arco anaranjado.

Puenteame la máquina del tiempo,
que vos más que todas sabés,
que esto jamás involucró al espacio.
Me siento tan solo repentinamente que no paro de escucharme en grabaciones,
a ver si encuentro alguna que otra forma de seguir.
Con mis recitares bajitos,
que no pretenden llegar muy lejos,
en medio de este andar de domingo constante, mientras voy rayando la nariz con el suelo.

Soy una vaga intermitencia que destella; inteligente,
disparaste una bala imprudente,
tan llena de tu carácter,
que humilló al espacio,
que desgarró al tiempo,
que permeó lo inimaginable y me pegó en medio de la frente.
¿Quién podría llegar sin reírse a peritar esta escena?
En la que me volaste la cabeza,
Sin existir certeramente.

Soy una vaga inteligencia que destella intermitente;
que a veces,
se encandila a sí misma,
que a veces conmueve,
a veces aburre,
muchas otras lastima.
Que corre a su madriguera ante el menor indicio de evaluación;
no vaya a ser que alguna vez un resultado,
le pruebe lo que es en verdad.

Vos pegaste un tiro al aire en La Plata,
y yo me desplomé en Victoria.
No sé todavía de qué se trata,
si tu puntería o tu negligencia,
si fue tu suerte o desgracia,
o quizás una especie de magia,
ni quiero pensar en un maleficio,
o en una suerte de hechizo;
que se te pinta tan propio,
tan sospechosamente amoldado.

¿Cuándo te van a enjuiciar?
¿Quién va a ir prendiendo la hoguera?
¿Quién te va a declarar culpable de haberme arrancado los sueños, de tal despiadada manera? Sin siquiera reparar,
sino por mera casualidad,
de un perdigón descolocado en tus balaceras constantes.

Y diré las cosas que sé decir.
Y comeré las cosas que sé comer.
Y soñaré los sueños que se sueñan.
Soy una vaga inteligencia; que se apaga cada tanto.

¿Qué clase de record querés marcar?
Con un tiro a esa distancia.
Que procura no matarme,
que procura no dolerme,
que me desespera,
me llena de ansias,
me ahoga.

¿Y dónde te voy a esperar ahora?
Si no existe chance alguna,
de que se nos mezclen las calles,
de que nos choquen desprevenidos,
de que nos enquilomben con libretas,
que hablen por fin de algún seguro.

No puedo no endiosarte; si no existe el verte de frente.
No te concibo desarreglada; si en tu altar hay solo retratos.
No te comprende lo mundano; si no te enmarca las pisadas,
ninguna calle de tierra.

Son tus ojos los que inundan mis cuadernos,
son tus ojos añorantes de melenas serpentadas,
que así te quieren,
que se fascinan bajo tu pelo ardiente tan acorde;

Y es tu magia la que habita los no lugares,
los sí momentos,
sos tan vos cuando volvés hogar un tiempo;
y yo que creía,
vagamente,
que era cuando te cruzaba,
inocente;
para luego verte volver agraciada,
a tu anacronía eterna, enamorada.
Probablemente de vos;
de mí ya no espero nada.