Querido Dios:
Dios, ayúdame. Hace semanas que no escribo poesía, ya recé cuatro ave María, tres padre nuestro y me excedí predicando siete veces el credo, pues así me lo 'recetó' el sacerdote de la catedral. Él siempre está allí, sentado escuchando a cualquier humano carcomido por la culpa.
Entré al confesionario y me hinqué en el reclinatorio. Pude distinguir al sacerdote detrás de aquella puerta pues la madera del mobiliario ya era vieja. Los orificios de la madera roída me dejaban ver su sotana pulcra que relucía como el blanco más puro, yo me sentía intimidada, no por estar hincada como acto sumiso, sino por mi apariencia pues vestía viejos trapos que daban pena, en cuanto pude, me disculpé con él y contigo por presentarme así pero era culpa de la frustración de no poder escribir.
Junté mis manos y cerré mis ojos demostrando toda mi devoción. No confesé lo que no era importante, como los robos sutiles o las mentiras, unas un tanto piadosas y otras más crueles. Esos no era mis pecados. No. Mi pecado era que mi cerebro se sentía podrido. Como si un ser maligno se hubiera adueñado de él. Mi pecado se originaba desde el momento en el que no podía escribir ni una letra poética. Y no, «este pecado» no está escrito ni dictado por la biblia, mucho menos es castigado por ti, Dios, pero escúchame y entiende mi desesperación: mi cerebro se pudre cada vez más, impulsos suicidas merodean mi mente y la soledad me está ofreciendo un abrazo cálido y esto se debe a que las palabras se acumulan en mis manos y en mi mente. He intentado atraparlas y plasmarlas en el papel, pero he ahí el dilema: no trascienden, entonces no hay poesía, mis letras —que son mis hijas— mueren por pena y yo solo me retuerzo de dolor. ¿Ya me entiendes, Señor? Si la poesía no trasciende, ¿para qué escribo yo?
Eso fue lo que confesé. Él, cómo ya te dije, me 'recetó' esas oraciones. Llevo noches llorándote e implorando un poco de tu misericordia y que me des devuelta mi existencia: mi poesía. Si este es mi único don, por favor, permíteme vivir y darle vida a las palabras que tanto imploran ser escritas. Dios, ayúdame, quiero sanar mi cerebro con un poco de poesía.
Y si esto es un castigo, te ruego, ten piedad y dime qué hice mal.
ㅤEsperando tu milagro, con fe pura,ㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Amén.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión