Diciembre / 23
Jul 31, 2025
Cuánto puede latir el deseo antes de volverse locura? ¿Cuánto tiempo puede la añoranza habitar en un pecho sin ahogarlo en el intento?
He sentido ese cosquilleo que nace en la espina y se expande, eléctrico (casi terrorífico), que enciende las yemas de mis dedos y me enreda nudos en el hueco del estómago. Mi corazón resuena, fuerte, como si quisiera escapar por los oídos, mientras sus preguntas curiosas desordenan mis pensamientos y me roban el sueño.
Sus preguntas... Hace tanto tiempo que no me había sentido así.
Tan perdido y tan vivo a la vez. Quiero mostrarle el mundo a través de mis ojos, quiero regalarle mi verdad… pero a veces, cuando la extiendo hacia ella, mis manos tiemblan. ¿Amará lo que no brilla? ¿Seré demasiado ordinario para alguien que parece emanar luz propia?
Y sin embargo, no puedo evitar buscarla. No resisto el impulso de mirarla. Añorarla.
Añoro cuidarla con la ternura que merece algo frágil y precioso. Descubrirla con esa emoción pura que antecede a lo desconocido. Adorarla con la misma intensidad con que ella celebra los pequeños milagros cotidianos, con la misma gentileza con la que acaricia a los gatos al regresar a casa
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