Diccionario

“Un fragmento es una parte de un todo”. Esto lo leí el otro día buscando sinónimos, intentando encontrarme a mí.

He dejado tiradas parte mías que me pertenecían, que me hacían yo, pero que ya no las reconozco. No las declaro como mías. Ya no me pertenecen. No me pertenezco. Cuelgo del olvido el dolor, para que no me hiera y deje de despertarme cuando más necesito dormir.

Un fragmento soy yo. Un desliz del tiempo, una noche sin dormir. Soy parte de quien no he sido, sigo siendo todo aquello que siempre seré. Me descuartizan los recuerdos y me meto dentro mío. Me guardo, me escondo. Si me cortarán en mil pedazos y me recojo, solo encuentro novecientos noventa y nueve. Un fragmento mío está perdido.

Los recuerdos no son permanentes. El tejido cerebral muere, cambia, se debilita. Habrá un día que no sabré quiénes fueron. Habrá un fragmento de ellos que siempre vivirá conmigo.

El amor es eso que no se puede explicar y yo, como buena humana, me aferro a las palabras y sus significados para describirlo. Dicen que un recuerdo es una “cosa que se regala en testimonio de buen afecto”. He regalado mi tiempo, mi cuerpo, he regalado mi amor. Lo recuerdo todo. “Objetos que se guardan para recordar a una persona”. Guardo todo dentro de cajones. Guardo las manos, guardo los miedos, guardo lo no vivido y, sobre todo, lo compartido. Lo recuerdo, me acuerdo.

El amor es “un sentimiento del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”. Por eso mismo esperé, por eso busqué. Mis fragmentos formaron parte de ellos, de algo. Los suyos pertenecen conmigo. “Entrega a alguien o algo”. Me acuerdo de cuando pertenecí, de cuando quise ser y alguien me queria a mí.

“Blandura. Suavidad.”, aquí me pierdo entre la ternura y lo áspero. El amor, a veces, también es cicatriz.