Días como estos,
en los que me siento junto al abuelo,
es donde más se nota tu ausencia.
Porque no estás sentada en la silla
de la punta o en el sillón,
ahora esos lugares están vacíos.
Ya no hay nadie que me cuente
historias repetitivamente,
ni quién me hable de películas.
Ahora solo hay un vacío,
en la casa y en mi pecho.
Uno que aprieta, que duele y que no sana.
Tu casa todavía conserva los colores,
pero todo se siente como un frío gris.
Intento tapar el llanto entre tus frazadas.
Intento ahogar el sentimiento que
me corrompe, que me condena
y que me lleva a pisar el infierno en vida.
Nada tiene sentido en este momento.
Es como si todo estuviera perdido.
Y entre más miro a mi alrededor,
más memorias recuerdo.
Pero ya no estás acá para
recordártelas a vos también.
Y días como estos son cuando
más te extraño.
Cuando vengo por las tardes buscando
un consuelo que ya no está.
Cuando busco refugiarme en una
casa que ya no es hogar.
Que ya no conserva la calidez antigua,
y que ahora solo se llena de lluvia.
Intento esforzarme en parecer fuerte,
porque no pueden romperse todas
las columnas de un edificio.
Pero hay días como estos,
en los que solo quiero llorar hasta que
no queden lágrimas.
Porque intento abrazarme a mí misma
sin sentido alguno,
porque nada se siente bien.
Ahora hay silencios que no son llenados
y cuerpos que no son abrazados.
Porque vos eras la que hacía todo eso.
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