Diarios sobre el desgarro a mi salud mental 2

Salgo a la brisa y apenas la siento en la cara. Veo el cielo y mis ojos ponen nubes dónde no las hay. Veo lo que hay y lo que siento y no combina. Una muerte arrolladora habita en mi interior. Una muerte creada asesinando cada instante de la vida. El abuso es traer a la trampa cada instante de vida de una persona para asesinarlo emocionalmente por encima de la conciencia. No sabés qué pasa, no sabés quienes te quieren asesinar hasta que estás muerta. Los colores se marchitan y se ponen amarillo plomo, pesado, sin plumas, sin volar, sin sonreír. No he experimentado una calma peor que la de este momento. Ese dejar de luchar contra lo inevitable, recorriendo un camino de muerte obligada, sola para siempre.

Recuerdo la vida, solía ser muy linda. Antes la brisa me alegraba la vida, cuando la podía compartir con las personas especiales de mi vida. Antes las naranjas me ponían feliz, cuando tenía independencia y mi mente podía abordar textos, analizar arte y no sentía un vacío desconectado en la nuca que le quita sentido a todo, dónde estaba el sentido. Se ha muerto la parte de alegría de mi mente y no se puede revivir. El abuso es como un virus que se te mete en la mente y va atacando célula por célula cuando engaña a tu sistema de defensa. Ya no me puedo dedicar a lo que amaba. Quién soy, qué soy, dónde estoy, lo que tengo. Todo por fuera, todo destruido por dentro. Destruido por esta intervencióm destructiva. Antes había una parte de mí que seguía sintiendo, la que evitó que me fuera la primera vez cuando ví que habías matado todo afuera. Ahora que todo todo está muerto no tengo alternativa. No sos más que un creador la muerte. No me importa que sea la única que lo diga. Es así.

Se puede bajar al infierno con abuso y maltrato. Valoren sus experiencias comunes. Todo muere cuando un abusador se dedica a apuntalar el camino de la muerte. Solo queda caminar.