Diario de guardia- Rita

Rita se queda dormida en el sillón de la sala de espera de la guardia. La voy a despertar y la invitó a pasar. Tiene la cara compungida hartera y está llena de bolsos. Nos dice que está viviendo en un parador y que quiere que la internemos.  Las preguntas protocolares se las sabe de memoria, pronuncia que nos puede hacer un mapa del hospital y poner una bandera en cada servicio en el que estuvo. Apela al saber y las figuras fósiles que aún habitan el lugar, a  la autoridad para acceder rápido. Se enoja y tiene razón, no es el momento para delinear las coordenadas pero confundimos su altanerismo con picardía. Se cansa y ahí aparece el afecto. Nos dice que tiene miedo y que si no la ayudamos se va. Le digo que respeto su decisión y voy a quedarme en silenció. Ahí empieza a relatar sus fantasmas crepitantes. Está cansada del cambio hormonal que la tiene sensible, está embarazada de dos mellizos, una nena y un nene. La nena es sensible y romántica, el nene es distante y no quiere que ella se acerque y tenga relaciones sexuales con su pareja. Eso le trae problemas en la relación, su marido no la entiende y elige estar de acuerdo con los vecinos. Esas figuras malvadas se burlan y no puede determinar el motivo. Tiene miedo a que la medicación farmacológica alteré su funcionamiento y a los bebes. Siente el movimiento de los niños en la espalda. De repente esa rita vociferante está encerrada en una caja de cristal en la que no puede salir porque las burlas están por fuera, el cristal se va rompiendo y ya no queda lugar seguro. Todas las funciones de supervivencia se extinguieron, y  urgía cerrar la boca del sentido inquisitivo más rápido.