Di mi nombre
Nombrame.
O di mi nombre.
Mírame a los ojos
y dime —con la voz firme o quebrada—
si matarías por mi nombre.
Mírame a los ojos y dime
si morirías por él.
No uses mi diminutivo.
Un millón de personas me han llamado de esa forma
y de ese millón,
no recuerdo ni siquiera su inicial.
Nombrame
Nombrame sabiendo que mi nombre no es una costumbre.
No es saludo, ni cariño superficial.
Es promesa.
Es pacto.
Es advertencia.
Desde hace tiempo te llevo atada a mi nombre.
Mis consonantes aúllan tu caricia,
y mis vocales empiezan a sangrar
cada que el viento termina de gemir tu inicial.
Mi nombre no soporta el imperativo.
No se grita.
No se exige.
Se susurra.
Se ruega.
Se tiembla.
Y aún así,
cuando lo digas,
hazlo como si el mundo pudiera colapsar
con una sola sílaba.
Hoy me he cansado de los nombres vacíos,
los que no evocan,
los que no sangran aunque los pronuncias fuerte,
los que no están hechos para gobernar,
ni para soñar,
ni para arrastrarse contigo hasta el fondo.
Hoy me he cansado de los nombres que incluso en un grito
nunca se terminan de escuchar.
Hoy, mi nombre te elige como vocera.
Y te pide susurrarlo,
en cada vocal agrega un milagro,
y en la última consonante, maldícelo por completo.
Entiendelo.
Mi nombre no está hecho para pecados veniales.
No se pronuncia en vano,
ni se arrastra por labios que no sepan cargarlo.
No fue creado para ser apenas una falta,
una caricia sin intención,
una disculpa tibia,
una ausencia que no pesa
o una conversación a medias.
Mi nombre está hecho para sentencias.
Para juicios.
Para incendiar altares si se invoca sin fe.
Estoy en guerra con la levedad
de lo que no arde lo suficiente
como para tener nombre propio.
Porque hay nombres que se nombran
solo porque existen,
y hay nombres —como el tuyo—
que existen solo cuando se nombran
Y te destrozan por completo cuando los susurras.
Hoy tu nombre me mata.
Me quema la garganta al pronunciarlo completo.
Hoy tu nombre se adueña de mí,
me llega hasta el alma
y se enraiza alrededor,
y en una raíz sagrada,
como un juramento,
me acaba.
He llevado mi nombre
como quien lleva una espada en el corazón:
afilada, pesada, eterna.
Y si alguna vez me nombras,
hazlo con la devoción
de quien llama a un dios que podría responder.
Desgástalo.
Hazlo ceniza en tu boca.
regrésame solo las vocales,
las últimas sílabas, la primera consonante,
o lo que quede de mí
cuando te hayas ido.
Amaestreaste mi nombre
Y ahora quiero que lo uses hasta las últimas consecuencias.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión