Me trajeron con un solo propósito y cuando aprendí a caminar me alejé tanto que perdí los pies, los brazos no han podido con tanta maleta, terminé apoyándome en una cabeza que no conocía más allá de los libros, sin saber que el currículo nunca fue escrito a nuestra conveniencia. Que disculpen mi memoria, porque todo mi ser le pertenece al amor, que cuando no hallé más por amar, me tuve que ir. Que nunca fue mi trabajo arar su capacidad de apertura y que mientras esperé, me deshice en sus puertas. Llámenlo vicio o impaciencia, arranqué mis uñas hasta sangrar, devoré mis cabellos hasta hacerlos migajas para darle de comer una poeta enamorada del dolor y la miseria. He dormido entre sus piernas, soñando con la correspondencia, donde creía a ciegas que el ego no tenía lugar. Donde creí que los juegos y concursos habían acabado. Dormí a vista y paciencia de los ángeles amoratados que nunca pudieron regresar. Y recé cada noche para que mi pecho sea de suficiente abrigo a su tristeza. Tuve miedo de todo lo que no entiendo, pero hoy, en el margen de la cordura y la demencia, he decidido soltar los cuentos ya contados, las promesas ya caducas, los sueños impares y mis ilusiones unilaterales. Soltar la obstinación de querer a fuerza que encaje mi corazón en lugares en los que no hay recibimiento. Despedirme con afecto de todo lo que nunca pudo ser mío.
Hoy quizás al tercio de mi vida, depende de mi fortuna, entrego este ser humano a dónde sea que pertenezca, la luz de la luna, la brisa de los árboles, el aroma de las olas, la silueta de los pájaros o los ojos de cada niño mensajero por encomendación divina. Solo para decirme que está aquí conmigo, que no importa cuánto busque o cuánto me pierda, todos los caminos me llevarán a su presencia, me encontrará donde sea que mis sentidos puedan leer el exterior, así no lo entienda. Solo soy devota de todo lo que ilumina mi corazón, por lo tanto, no me arrepiento de haberme desarmado, entregado, devorado, confortado, por inocencia quizás, en semillas brutas y rígidas de todos los corazones que amé.
Solo quiero que al final mis plegarias sean atendidas, que este camino tenga un propósito, que muera amando y que ame incluso en la muerte, que se rehabilite mi hambre, que se contenga mi locura, que deje de temblar mi cuerpo y descanse al fin la cabeza y quiero ver las manos de mi abuela recibiendo a su nieta, sus ojos profundos consolándome del susto que ha sido venir a este mundo, que su voz me llame a que regrese, que me perdone la falta de fortaleza y limpie las llagas de estas alas que no quieren despegar. Finalmente, entregarme por fin a quien no tiene nombre, hacer mi casa en la fe, construir la esperanza en el bien.
20/04/2025
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