Desvarío 2

Los aromas a lavanda, enredándonos en un mar de estética, jipando todas nuestras crudas realidades, la constante presión que rige nuestras mentes, haciendo que no vivamos tranquilos, esas poesías en momentos, esas filosofadas con Violeta, el pasto que toca tus pies, los ceros y los unos, los ruidos de la chapa, el humo siendo diferente en cada ocasión, la calle y sus ruidos, las vueltas a casa en la madrugada, el pertenecer, mirar el atardecer desde el techo, tocar la guitarra a gritos, tocar el piano suavemente, bailar, esperando que nadie esté mirando, girar de alegría en la calle, en velocidad continua y en una breve circunferencia, los abrazos entre amigos, el tiempo que sigue pasando, el haber sido herido, el confiar en algo sano, mentir de vez en cuando, decirle que si a la ocasión, vivir en constante anhelo, querer algo mejor, soplar un panadero, que son cada vez menos, tener claras las ideas, vestir de enclarecidos negros, quizás tocar el cielo, en algunos momentos ser luzbel, en otros ser yo, tocar tu boca, graciosamente sentirte nueva, viajar en el mundo de los sueños, el pelo, las orejas, los codos, prepararme para que alguien venga, que nunca venga nadie, sentir en cada día una vida nueva, sentir que la vida es nueva, sentir que sentís vivir, que te conoces tanto como para describirte en poema; así se debe sentir vivir.

“Oh jinete, ya no sangras más,

ya no sangras más.

Oh jinete, en jade de brillante,

Sonrisa de clavicordio.

Oh jinete, ya no sangras más,

En esta noche, oh, en esta noche.”