A veces me pregunto si
podés observarme y enorgullecerte...
o al menos decepcionarte.
Solo quiero hacerme creer que
aún seguís acá,
sintiendo como yo.
Aún quiero seguir creyendo
que estás en algún lado,
solo que, por el momento,
no querés verme tan de frente.
Tal vez me aferro tanto a eso
que ir a verte se siente vacío,
aunque debo admitir que,
al mismo tiempo, duele.
Y las semanas son más duras que los días,
porque tu ausencia quema como
una herida sin curar.
Así que, a veces,
me siento sola en un rincón,
intentando olvidar todo aquello
que se quema.
Ya no intento fingir que no pasó,
porque eso suma más dolor.
Solo intento fingir que seguís en los
rincones y creo que, a veces,
llega el punto en que no sé diferenciar
el sueño de la realidad.
Y me gusta creer que aún puedo
charlar con vos,
aunque las palabras no salen.
Así que ir a verte se convirtió en
una tortura que no termina,
porque el dolor no se escapa
y las palabras se atoran.
Y es el sentir que tengo un nudo
en la garganta a cada hora.
Y también sentir que nadie puede
ayudarme en este pozo en el
que me hundo,
porque jamás aprendí a saltar.
Ahora no sé qué hacer con tanto dolor,
aunque finja hacer todo lo que se
supone que hace alguien que está bien.
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