soy un hilo de humo flotando en penumbra,
un murmullo sin voz que el viento apagó;
afuera, la vida retumba y deslumbra,
aquí dentro, el eco es todo lo que quedó.
la puerta es un umbral al monstruo intangible,
sus garras de sombra me hunden los pies,
camino en silencio en un campo invisible,
donde el suelo se quiebra y me arrastra otra vez.
soy prisionero de espejos quebrados,
fragmentos sin rostro, distorsión y temor;
no hay cielo ni suelo en este retablo,
solo un vago destello que llama al horror.
la ventana es un ojo, un faro vacío,
su luz me desgarra, su brillo me daña;
afuera es un campo de fauces y frío,
y aquí adentro, el silencio se vuelve guadaña.
el reloj se enreda en la piel como espinas,
un pulso de horas que nunca se va;
soy el reflejo de mil ruinas dormidas,
un grito sin eco, sin tiempo, sin más.
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