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Desprendimientos

Juana

Sep 5, 2024

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Desprendimientos
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Tengo la tarea de observar el mundo para escribir un poema “lindo”. Lindo en el sentido de alegre, optimista, que contenga una visión del mundo amena. En la misma semana desde el trabajo me llevan a navegar por el Lago Argentino, para ver de cerca los glaciares Upsala y Spegazzini, así que elijo esta ocasión para intentarlo. 

Siempre me costó la contemplación, detenerme y dedicarme sólo a observar, a apreciar los movimientos del mundo que me rodean. Viví siempre muy adentro mío, luchando con mis monstruos. Mis poemas son tristes o pesimistas porque siempre fui una pesimista y, últimamente, estoy triste. El mundo no me parece un lugar de buenas promesas, un lugar en donde pasen cosas buenas. 

Me concentro en el viento helado que siento en la cara, en el agua de un celeste lechoso a causa del deshielo. Observo las paredes rocosas pobladas por árboles, los témpanos que flotan con una delicadeza impactante. Por donde mires, hay belleza. Pero como todo estos días, la belleza me entristece, me genera nostalgia. 

Intento observar a la gente que pasea conmigo en el barco, intento buscar en las interacciones humanas la chispa del optimismo, de la fe en algo más grande que yo misma. Quiero creer en la conexión humana más que en cualquier otra cosa.

No tardo mucho en caer en el cinismo, en encontrar defectos y falsedades en todos los rincones. Gente con plata que navega en un barco para sacar miles de fotos de un glaciar que sólo quien paga puede ver. 

Me avergüenzo de mis prejuicios, de mi soberbia. No quiero vivir en mi propia burbuja. 

Vuelvo la atención al paisaje, busco detalles que me conmuevan. Desde donde estoy las cascadas que caen por las montañas son pequeñas, y el movimiento del agua es imperceptible. Son líneas blancas dibujadas en la superficie de la tierra. 

Llegamos a nuestra primera parada para ver el glaciar Upsala. Los guías nos dan una explicación científica que ya no recuerdo sobre por qué no podemos acercarnos hasta la base. Flotamos como un témpano más. El silencio roto sólo por las voces de las personas extasiadas. 

Nos dicen que tuvimos suerte: un témpano se dio vuelta por la noche y ahora la parte que estaba sumergida se encuentra expuesta. Los colores son inexplicables. Desde un celeste casi blanco a un azul profundo. Nos explican que la diferencia es a causa del oxígeno. Mientras menos oxígeno haya en el hielo, más compacto es y, por lo tanto, más azul. 

Nos detenemos a observar los témpanos y el glaciar a lo lejos, a sacarnos fotos. Los guías nos piden que por favor seamos amables entre nosotros, que demos lugar a que todos puedan acercarse a las barandas del barco, el mejor lugar para posar para una foto. 

Intento admirar el paisaje, concentrar mi mente sólo en el hielo, en el agua, en el viento helado que me congela la cara. Intento vaciar mi mente de los pensamientos que últimamente me buscan en los momentos de silencio. Pensamientos sobre lo que era mi vida hace unos meses, sobre lo que es ahora, sobre los cambios involuntarios, sobre quienes se fueron, sobre mis faltas, sobre si soy o no alguien digna de ser querida. 

En los parlantes se escucha la voz de la guía de nuevo. Nos explica que el glaciar Upsala está en retroceso. Los témpanos entre los que flotamos son los pedazos que se desprenden cada día, pasan de ser un bloque macizo a pequeñas islas que tarde o temprano se van a derretir. 

Las causas exactas de por qué los glaciares retroceden no se conocen con certeza. Como para todo, hay teorías: ciclos climáticos y geológicos, calentamiento global, la profundidad del lago. Sea por la razón que sea, el Upsala está en proceso de dejar de existir.

A pesar de mis intentos me siento triste. Intento apreciar la belleza del mundo, pero saber que todo va a morir me llena de algo que no sé bien cómo definir. Una cierta nostalgia mezclada con el miedo al inevitable final de absolutamente todo. 

Me aferro con tanta fuerza a las cosas, a las personas, a los momentos. Quiero que todo dure para siempre, vivir suspendida en las escenas felices de mi vida. Deseo que las personas sean permanentes, lucho para que así sea. Y el mundo de forma constante me recuerda que nada puede perdurar. Ni siquiera las hermosas bestias de hielo que existen hace millones de años. Sé que la gente se va, que la felicidad se termina, que me voy a morir. Y aún así, cada final, cada pérdida, me desgarra, me tira al piso, me convierte en una sombra de quien soy. 

Dejo de pelear con mi tristeza, la dejo estar, observamos juntas el glaciar agonizante. Por ahora, mis poemas seguirán siendo tristes. 



Juana

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