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Despegue

Abr 7, 2024

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Nuevo concurso literario en quaderno

Desde el momento en que llego al aeropuerto se sintió inundado por la emoción. Hasta ese instante su mente había estado ocupada repasando las horas y los lugares que iba a visitar, los papeles de la visa, sus otros documentos, el dinero que llevaba guardado en su riñonera abajo del pantalón, la forma de llegar desde el aeropuerto a la ciudad y un sinfín de pormenores logísticos y cosas que podían salir mal. Pero no había pensado en el viaje en si; iba a estar 9 horas volando antes de llegar a su destino y la idea de contemplar el mundo desde el aire empezó a alegrarlo de una manera que ni él entendía.

Al pasar migraciones vió el avión desde la ventana de la sala de espera y su excitación se hizo mas fuerte. Le sacó una foto y la subió a sus redes sabiendo que quien lo viera seguramente no entendería lo que el sentía en ese momento; después de meses de preparación, de varios cambios de fechas, de quedarse sin acompañante, de dudas y de miedos, el viaje del que tanto había hablado y que tantas noches lo había mantenido en vilo estaba a punto de empezar. Intentó sentarse junto a la ventana pero no aguantó mucho tiempo, a los 5 minutos se paró y empezó a caminar en círculos, sin perder de vista la aeronave que lo esperaba al otro lado de la manga.

Fue del último grupo en embarcar y para evitarse molestias decidió dejar su mochila bajo sus piernas; no ocupaba tanto espacio. Se sentó del lado de la ventana, echó un ultimo vistazo a la noche de primavera que iba a dejar de lado y mandó un mensaje a su familia para avisar que ya estaba listo, seguramente lo estuvieran viendo desde las ventanas del aeropuerto, pero él no llegaba a distinguirlos. Al poco tiempo se oyó la voz desde el altavoz pidiendo que se apagaran los celulares y el avión empezó a avanzar despacio hacia una punta de la pista. Al cabo de unos minutos se detuvo y dio vuelta hasta quedar frente a una larga recta por la que debía hacerse el despegue.

Las azafatas empezaron con las instrucciones de seguridad mientras los motores empezaban a calentarse y las alas se iban poniendo en posición. El ruido fue haciéndose cada vez mas fuerte a medida que pasaba el tiempo y la emoción empezó a ser incontenible para él. Al poco de terminar con las instrucciones y de comprobar que todos tenían los cinturones las asistentes de vuelo se sentaron en sus lugares y el avión empezó a carretear por la pista.  Arrancó con fuerza, ganando velocidad a medida que avanzaba y empujando así a los pasajeros contra el respaldo de sus asientos. Podía ver por la ventana como avanzaban y sentía bajo sus pies las vibraciones que venían desde el piso, cada vez más fuertes hasta el momento en el que despegaron y sintió como las ruedas se despegaban del suelo de hormigón y el gigante de metal quedaba suspendido en el aire. En ese momento fue que sonrió ampliamente, embargado de una felicidad que no podía disimular; había sido mágico, mucho mejor de lo que se acordaba de la ultima vez. Dejó que la sensación lo embargara y siguió sonriendo sin motivo hasta que trajeron la comida.

Ese proceso se repitió otras 4 veces a lo largo de su viaje y en todas tuvo la misma reacción, esa alegría irracional por estar sobre la tierra y sentirse suspendido en el aire, sin noción del tiempo y del espacio, atrapado en el momento y en el paisaje.

Jean Valjean

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