Hoy vi las sombras. Sombras duras, contorneadas. Perfectas. Perfectamente separadas de sus objetos y en perfecta armonía con ellos. Diría como en un cuadro, pero en realidad es el cuadro que las imita. Sombras perfectas, bellísimas. No me refiero a ese manchón negro imperceptible y acoplado al ambiente, homogéneo con los arboles y las hojas. Hablo de líneas perfectas, colores brillanes contrastados por la negación del sol de las tres de la tarde. Un salpicado de hojas verdes y amarillas que chocan y rebotan con sus respectivas sombras y las de sus vecinas.
Es imposible que estas sombras hayan estado siempre. En algún momento estvieron para que alguien las pinte, pero se deben haber diluido. Yo tuve la suerte de verlas un rato, sobre la calle Canale a media cuadra de la estación de Adrogué, en un estado de nitidez que asumo puro.
Impoluto desparrame de colores.
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