Cada cierto tiempo, a través del desvelo, aparece en mí el recuerdo —o ilusión— de tener los brazos de quien amo sobre mí. Apoyada en mi pecho, mientras el mundo se detiene.
Es eventual; ocurre cuando pienso en la inevitabilidad del deseo, de desbordar el amor que poseo. Cómo me gustaría poder escribirte más, poder conocer algo de ti, o escuchar una breve frase.
¿Es que mi soledad me ha demostrado tal escasez? ¿Es que es una forma de volverme humano?
Sé que no hay censura en mi intensidad, pues avanzamos por la misma frecuencia. Nos comunicamos con la misma alquimia, dispuesta y entendida por quienes no creen en la cordura.
Pero no estás.
Con el tiempo me convenzo de que nunca estarás.
Umbra.
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