Luces veraniegas que hipnotizan,
ojos chocolatosos que alimentan
los pensamientos que debería suprimir.
Veo tu piel de porcelana,
blanca como la nieve que cae por mi ventana.
Mi mente trabaja rápidamente,
culminando la noche entre maldiciones.
Oigo tu voz,
susurrando suaves melodías que hipnotizan.
“¿A dónde quieres dirigirme,
amor de mi vida?”
La luna pidió permiso para robar
un poco de tu brillo.
“Esta noche estás candente”,
dije con palabras prohibidas.
Mi día finaliza con tus risas incesantes,
iluminando mi rostro como si estuviera
viendo al sol en tu rostro.
Escucho las palabras distorsionadas,
concentrada en el marrón de tus ojos.
Beso tus lunares,
memorizando el recorrido estelar.
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