Cuán podridos están mis deseos,
de tanto que penetra ese edor.
Debe ser que me repugna de solo pensar en ponerlos en juego,
o dejarlos en tus manos,
que prácticamente es lo mismo.
Cómo me aterra el futuro y tus recuerdos.
Mirá si encuentro una foto tuya y alguien me pregunta quién es.
Espero que te señale a vos.
Porque si se confunde,
voy a tener incluso menos idea.
Debe ser la lluvia,
o que está el pasto mojado.
No sé bien cómo ni cuándo suceden las cosas, sólo sé que de alguna forma me entero.
Aunque a veces sólo es el barro,
que secará necesariamente algún día soleado,
sin siquiera haber presenciado las lluvias.
Encuentro todo siempre mojado tanto como me encuentro a mí siempre bien seco.
No,
vieja,
nunca tuve paraguas ni quiero tenerlo.
Y sé que jodo constantemente con que me parta un rayo al medio.
Si pudiese ponerte en porcentaje cuánto en verdad algunas veces lo deseo;
morirías de vergüenza casi con el mismo efecto,
aunque un poco menos maravilloso.
Todo depende de cuánto tiempo haya quedado en la canasta mi ego;
junto a la felicidad,
y las otras cosas,
que se fueron contagiando con las naranjas que compro porque siempre quiero hacer jugo;
y no antibióticos caseros.
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