¿Quién soy cuando deja de importarme
todo lo que creía que tenía que importarme?
Aparece el deseo, hecho un bollito, detrás del deber.
Huérfano, sucio, desprolijo, irreconocible.
Le busco sus especificidades, cualquier característica que me ayude a saber que es él. Como cuando perdés algo y el resto tiene uno igual o parecido, que mirás y mirás desde todos los ángulos, lo das vuelta, lo volvés a mirar de frente hasta encontrar ese ALGO que te dice "sí, este es el que te pertenece". Esas marquitas que sólo vos, sabés que tiene: el día que se golpeó y le quedo un rayón, la parte donde le falta la pintura, lo que se borroneó, el punto saltado que le dejó el hilo colgando.
En el colegio, las maestras te pedían que llevés todo etiquetado con tu nombre: lápices, goma, buzo, campera, sacapuntas y regla. ¿El tupper? Todo. Ahí no había lugar a reclamos, discusiones ni supuestos. El que tenía tu nombre sin dudas, es el que era.
¿Por qué no podremos hacer lo mismo con el deseo?
¿Dónde empieza el mío?
¿Dónde termina el tuyo?
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