Quisiera ser más virtuoso, que dentro de mi composición revolucionase la sensatez sobre el ciclón que me reduce a subsistir impetuoso. Al contrario, soy un bárbaro de pulsiones que en la lengua lleva el pugio revelado, pues rapaz te mutilo la prosa, desaliento y desmorono. En la conciencia tengo el arsenal acribillado por el estentóreo bombardeo de una palabra mal ejecutada, con el que incinero tu vocación en oratoria podrida de esta tiranía visceral.
Imbuyo consternado tu ternura torturada; con ceniza y mechero que nos impulsa contra una Tarpeya peñascosa. Refinar este conductismo desgarbado encoleriza a quien me vulgariza con ecuanimidad y templanza, pues maquino pródigo para acobardar tu tendencia, con mi mirada mimetizando al de una bestia sedienta por descuartizar tu diplomacia compulsiva. Someto al civilizado a la atracción del odio aparatoso, que los corrompe en monstruos bípedos de ojos inyectados, con sus tres aortas provocando los puñales lingüísticos de oradores experimentados.
Ya no tengo autonomía para arriar la bandera de mi rabia primitiva; la bomba es un factor de desarrollo en mi corteza activa. Soy biológicamente iracundo.
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