Puede que no tenga luz,
ni promesas celestiales,
ni cantos puros flotando en el aire.
Lo sé.
Mi mundo arde,
mi alma carga cenizas,
y mis noches no conocen el descanso.
Pero aún así,
mi infierno ha sido más fiel que tu cielo.
Yo no miento con alas blancas.
No escondo mi oscuridad detrás de oraciones vacías.
Mis demonios —esos que tanto temes—
han sabido abrazar con más ternura
que tus ángeles que solo aman desde la distancia.
Porque aquí, en este fuego,
se ama sin condiciones,
se sangra con verdad,
y se permanece incluso cuando duele.
Tú elegiste lo limpio, lo perfecto, lo alto.
Yo me quedé en lo roto, en lo ardiente, en lo real.
Y aún así, mírame:
sigo aquí,
con mis manos quemadas abiertas,
esperando que algún día entiendas
que no todo lo oscuro es cruel,
y no todo lo divino sabe amar.
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