A la noche me di cuenta que la intimidad me es inalcanzable sin un acto de fragelo.
Y la verdad es que ya no muero, como tampoco sueño
pero justo tiende a ser que los sueños son recurrentes en poetas
y los poemas recurren a los sueños.
De esa simbiosis vivió el alma de quien escribió para no decir;
de quien no durmió para escribir;
o de quien escribió soñando.
¿Quién deja caer la loza al suelo para educarse a sí mismo sobre la fragilidad?
Entonces, anoche, puede que me haya acordado
del mundo que nacía cuando sabía escribir sobre un futuro y su lugar,
y puede que me haya memorizado la hazaña de tu visita y tu impronta,
o tu nombre y mi derrota,
y sí, puede que ya no quiera escribir a la indiferencia
y se haya muerto mi imprenta en tu boca.
A lo que voy es que hoy dormir me hizo un favor horrible:
los trajo a ellos a la mesa y los hizo leer todo lo que escribí sobre tu partida
o como un cuento narrado aquella vez que dijiste que mi escritura nada te transmitía.
Imaginé que otra vez me lo decías;
pero crezco más rápido en mente que en corazón
y en éste escenario burlesco
no enloquezco por no querer dar la razón a lo honesto.
Nuestro gran acto de fe era darnos el motivo por el cual pedir perdón.
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