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Desde el planeta de la guerra

Oct 6, 2025

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Desde el planeta de la guerra
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Me consumen esas ganas

de gritar en una atmósfera limpia.

Lejos.

Muy lejos de acá.

Llevar mi corazón más allá.

Quizá en Marte,

en la Luna,

no podrían lastimar.

No podría doler

con tanta intensidad.

Quizá todos los anhelos

se pierdan en la gravedad.

Tus ojos diminutos

entre las rocas lunares.

En el rojo,

el planeta de la guerra,

puedo odiarte lentamente,

porque despedirte

jamás he podido.

Adueñada al rencor,

el único que cumplió su promesa

de no soltarme en noches como esta,

donde me repudio repitiendo

tus palabras deshonestas.

Pero solo me molesta

haberte creído.

Me hiciste la reina de un juego

que solo te era divertido en jaque.

Y aún siendo tu viento y tu calma,

he sido ese mueble viejo

que sostenía, en desgaste,

lo que en realidad querías con ella.

Detrás de esta bocanada

de aire frío,

hay un fuego que no he podido apagar.

Lo disfrazo de sensualidad,

de pinturas y poemas,

porque pienso que quizá así

podría serte más interesante.

“¡Mírame!

Sigo siendo la misma

que alguna vez querías.”

¿Pero de qué sirve,

si ya conocías mi cuerpo,

mi mente,

mi arte,

y te fuiste?

Nunca volviste.

Puedo ser la más instruida,

la más culta,

pero nunca habría dejado de ser

tu compañera entre las sábanas

que siempre te dijo

que la importante intimidad

viene primero del corazón.

Pero eres una piedra bruta

que no he podido pulir.

¡Y qué lindo era tu brillo!

Y yo,

cuando recuerdo que decías

que era tu fuego preferido,

no puedo creer

cómo respiras mi mismo aire

sin ahogarte con tu propio humo.

Y aunque quisiera creer

que en el espacio podría olvidarte,

el frío me recuerda

cómo se sentían tus manos.

Que eres feliz

en todos los lugares

que antes te recordaban a mí,

y no necesitas alejarte para borrarme.

Que puedes pisar todos los recuerdos

sin emoción,

y yo no puedo soltar este rencor

ni a trescientos millones de kilómetros del pasado,

donde un chico que se parece a ti

me lleva a la nostalgia

de un día de diciembre,

donde aún éramos felices

y no tenía que preguntarte:

¿Cuándo dejarás de ser

un planeta frío,

amor mío?

Isabella Ganci

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