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Desarmar

Cam

Aug 13, 2025

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Desarmar
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Paulatinamente se empiezan a desarmar las escenas que con paciencia construí para escaparle a la sombra que habita en mí. Fui tantas cosas durante mi corta vida que me cuesta distinguir cuál de todos los personajes soy. A cuántas personas amé. A cuántas no. Si soy la introvertida o la extrovertida. Si prefiero el silencio o las carcajadas. Si me gusta estar con gente o si carezco realmente de capacidad para disfrutar momentos compartidos. 

Se aproxima el final de un periodo de vida y eso implica contemplar con cierta extrañeza lo armado hasta entonces y decidir qué hacer con eso. Todavía no sé si huyo por deseo o por miedo a que huyan de mí. 

Cada noche el impulso a buscar lo nuevo libra una batalla contra la comodidad de lo ya conocido, de lo que estudié de memoria para no perderme, para no distraerme. De aquello que aprendí a la fuerza porque no encontré una manera distinta de sortear mi lado con menos pulsaciones, mi sombra más insensata, egoísta, cruel y oscura. 

Pienso, quizá soy un intento de impostora que en altas horas de la madrugada se encuentra con un espejo roto en añicos, pegado con cinta de embalar para mantener en pie lo que por sí sólo no puede más que desintegrarse. A pesar de eso, en cada pequeño recoveco de reflejo que confronta mi imagen con lo imaginario de mi mente, consigo vislumbrar pequeños esbozos de lo que quizá soy. Pero no estoy segura si visualizo la realidad o tan sólo otra mentira que inventé para falsear mi destino y seguir con la vida. 

Pienso, quizá sufro de neurosis y por eso pienso en las cosas más de lo que las vivo. Sin embargo, no puedo estar menos de acuerdo con la premisa de que ser feliz es no pensar porque los momentos en que la felicidad me atravesó el cuerpo, al ser tan escasos y esporádicos, intenté apropiarme del sentimiento que recorría lugares que aún no logro nombrar. Fui consciente cada segundo de mi vida en que sentí esa avalancha, aprendí a disfrutarla en el preciso momento en que sucedía, mientras pensaba en la fortuna que me tocaba vivenciar. Deslumbrada miré a mi alrededor reiteradas veces para guardar en mi memoria detalles que hoy no recuerdo con precisión pero que en el momento contemplé con tal adoración digna de lo que sentía. 

Pienso, quizá cuando me encontraba rodeada de dolor y desgracias también hacía lo mismo. Entonces pienso que quizá al volver a desarmar una realidad que favoreció mi supervivencia en este mundo, una mezcla de dolor y felicidad me atraviesan y no puedo descifrar cómo podría apalabrar este sentir. 

Me obligué a cambiar mi posición con respecto a acontecimientos pasados, presentes y futuros posibles. El miedo hoy no paraliza mis piernas ni mi pecho, pero existe y está ahí. Pienso, quizá es señal de que estoy viviendo y no solo viva. 

Por tantos años estuve mirando por la ventana cómo la vida pasaba mientras yo no era más que una simple espectadora mediocre que no encontraba la salida al exterior. Así fue como construí mi propia celda y me alojé en ella porque la luz del sol quemaba mis retinas y el contacto con otros resultaba imposible para alguien como yo. O eso me repetía a diario. 

Este presente se me escurre por las manos cada vez con más velocidad. Pienso, quizá es señal de que estoy viviendo y no solo viva. Por suerte, la neurosis no me retiene dentro por mucho tiempo y aunque sigo mirando por la ventana más veces al día de las que me gustaría reconocer, también me encuentro fuera de mí. Viviendo desde los placeres más mundanos y las alegrías más intensas hasta los dolores más opacos de una gama de colores en la que siempre me reconocí. 

El último año, la infinidad de acontecimientos que sucedieron me permitieron crecer pero de una manera distinta porque empecé a elegirlo y a ejercer responsabilidad en aquello. Ya no se trataba de crecer antes de tiempo, como una obligación externa, esa vieja conocida que me ha tocado enfrentar a corta edad y que por tantos años me generó una rabia consolidada, lo suficiente como para resentirme con el hurto de mi niñez. 

A veces me recorre una certeza que, a pesar de debilitarse con el pasar de los minutos, es intensa y creíble. Pienso, me gusta en quien me convertí, a pesar de no contar con la seguridad de decir quién es esa en la que me convertí. 

Hay momentos en que pienso tanto que los nervios amontonan las palabras en algún lugar de mi mente, cuyo acceso no me es posible con la imaginación y concluyo entonces en que quizá mi lábil personalidad es tan sólo una molesta incógnita que ninguna verdad me permitirá controlar. Esa idea me llena de temor porque nunca puedo saber si al día siguiente al despertar me habré olvidado de todo lo construido y me dedicaré a desarmar aún más lo poco firme que queda en mí. Cada noche al cerrar los ojos confío en que sólo son pensamientos y que puedo contrarrestarlos con una realidad diferente a lo que arroja esa parte de mí fundada en el miedo. 

Sin embargo, por ahora pienso, quizá no lo estoy haciendo tan mal. Y no hablo de fingir, sino de vivir. 

Camila L

15/05/2025 

Cam

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