Parece que somos una democracia, contamos con una de las tres características capitales para evidenciar nuestra democracia. Tenemos elecciones libres, universales, periódicas y competitivas; el término Competir lo acepto de forma jocosa. Nuestra política se ve tremendamente empobrecida, ridiculizada a más no poder, menoscabando a la política nacional a un estrato incluso inferior que el de la farándula. Nuestros políticos son más ridículos que la propia farándula; al menos en la farándula las personalidades son transparentes y se muestran en toda su inmundicia, mientras que los políticos son unos malos actores, convirtiéndose en una burda fuente de entretenimiento precario y patético.
La democracia es el mecanismo en el cual las personas nos eximimos de las responsabilidades y escogemos a quién culpar. Una vez dicho esto, y en respuesta a si considero que el Perú es una democracia plena, una democracia imperfecta o no es una democracia, reafirmo que nuestra plenitud democrática es lo que condena a esta a la imperfección, porque los hitos, escándalos y fracasos del país tuvieron como órgano gestor al pueblo: un pueblo corrupto, deshonesto, egoísta, relajado, conformista y, tal vez, el adjetivo que más retuerce a mis entrañas con tan solo pensarlo: ignorante. Somos unos ignorantes.
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