El mal augurio me persigue, amor, el oscuro tesoro que abandonamos por la codicia de pertenencia nos está separando. Me acecha la soledad y ese funesto presentimiento; dime, ¿qué hacemos? Te ruego que permanezcas siempre, que no me pierdas. Dime ello, dímelo y seré capaz de mirarte a los ojos sin vergüenza alguna, sin temor. Abraza mis costillas, que este cuerpo amenaza con desvanecerse; abrázame con fuerza e intercede por mí durante años, durante décadas, mas no me abandones. Ámame hasta que logre ser y no me deje ser. Piénsame como tu ciervo, sin pensamiento ni consciencia, sin protección. Piénsame como soy, pero piénsame
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