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Del psicoanálisis como una forma del vacío

Nov 24, 2025

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Del psicoanálisis como una forma del vacío
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Los aficionados y profesionales de las humanidades tenemos la extravagante propensión a hablar como con autoridad de psicoanálisis sin habernos formado precisamente en el tema. Basta ser sensibles a la lengua, haber leído a Spinoza, las categorías, la unión sintética de todos los juicios a priori para afirmar con impunidad lo que sea. Aquí actúo como uno de esos aficionados. Pero tengo motivos y la urgencia de hablar.

Como siempre, estas reflexiones parten de experiencias vitales en terapia. La relación analista-analizante es curiosa. Es una especie de amor, hay guía y tutela, pero cuando uno no tiene 14 años es ingenuo esperar que el analista asuma el rol de SENSEI, de aquel que enseña porque ya atravesó el camino. Pongámoslo así, si uno es cirujano traumatólogo, el analista no puede comprenderlo en su especificidad disciplinar como un experto, peor, si uno es sociólogo, tampoco. ¿Se atreverá a arrogarse experticia en "la vida"? Sí pudo leer a Bourdieu, pero ello no implica que tendrá autoridad para hablar de los habitus y la constricción de la libertad por estructuras sistémicas. ¿Qué es lo que sabe el analista?

A los analistas les encantan las frases crípticas, así que lo diré así: el psicoanalista no sabe nada. ¿Cuál es el contenido de lo que enseña? Nada. Esto lógicamente es exacto, si lo que propone el psicoanálisis es enseñar la nada, entonces es un saber que se aplica a cualquiera. Para todos “la nada” funciona.

Veamos lo siguiente. En la filosofía taoísta, el cosmos se compone de Yin y Yang. Los dos principios rectores. Claro-oscuro, hombre-mujer, lleno-vacío, duro-blando, el ser y la nada. Los segundos son propiamente lo femenino, y es en este lugar donde se coloca el psicoanalista. Porque este no propone, este no dice “tenés que hacer esto”, no da consejos, no actúa sobre lo real, sino que escucha, ofrece un oído y permite la emergencia de lo auténtico. Puede sugerir, dar indicios, pautas, tramar lecturas, pero no afirmar. Eso es lo que yo llamo una nada fecunda. Para Lao Tse el vacío es lo que hace útil a la cosa. Una habitación necesita de las paredes (del ser), pero su utilidad está dada por el espacio vacío entre ellas, lo mismo un jarrón. El útero femenino es capaz de engendrar la vida porque está vacío. El agua ablanda la roca. Y así se da el equilibro: uno habla, actúa, cuenta sobre su vida. El otro escucha, pregunta, metaboliza, nunca afirma, nunca explica cómo son las cosas. Sócrates lo llamaba el arte de la partera, porque permite parir bellos pensamientos sin que sean de uno. Es el milagro del diálogo.

Por eso, en esa fecundidad del vacío, el verdadero psicoanálisis brota como un espacio de meditación.

Je, no sé quién leerá concretamente este texto, pero mis mayores virtudes como escritor y pensador las hallé en terapia, y no siendo guiado por un filósofo o poeta. Digamos que si hoy toco "la guitarra" es por la caja de resonancia que no tiene nada dentro.

Bonchi Martínez

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