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Audrey - presente
Los polos opuestos se atraen.
Eso es algo que no podemos evitar, al igual que tener sentimientos no deseados, sentir cosas que se supone que no debemos sentir, enamorarnos de las personas incorrectas.
Generalmente no pasa nada, solo se pasa un mal rato o un momento vergonzoso, pero se vuelve un problema cuando esos pensamientos arriesgan tu vida y rompen cualquiera de las ideas que se te han impuesto.
Cuando estos sentimientos además de ser prohibidos te nublan la vista, te hacen hacer cosas que te impiden avanzar, escapar…
Audrey caminaba por el pueblo, observando a las personas que había visto un par de veces, sabía el nombre de algunos vecinos a los que saludaba con un “buenas tardes”.
Poco a poco se alejaba de la zona poblada y se adentraba al bosque cercano a la frontera, una zona solitaria donde las únicas construcciones que habían sido demolidas hace ya unas seis décadas.
Caminaba con sus audífonos, escuchaba su música favorita para evadir sus pensamientos mientras contemplaba la luz del sol colándose entre los árboles, mientras más se acercaba a su lugar especial, veía el reflejo del agua por los rayos del sol.
Se retiró los audífonos y oyó el agua fluir y caer por la pequeña cascada que tenía el río.
Era un río hermoso, muy, muy extenso y peligroso. Pero eso le gustaba a Audrey, al ser tan grande y mortal nadie se atrevía ni quería cruzarlo, sin mencionar las tensiones que habían con el país que estaba del otro lado del río.
Audrey se sentó con la espalda recostada en el tronco de un árbol y respiró hondo, las últimas semanas habían sido un torbellino de emociones, momentos complicados, corazones destrozados y decisiones apresuradas.
Audrey tenía dificultades para seguir el ritmo del mundo, necesitaba perderse en el mar, bucear.
Ama el buceo, es su pasión y por lo que sigue intentando, aunque el buceo no es bien visto en gauche.
Audrey era una alumna ejemplar, tenía las notas perfectas, era el ejemplo a seguir y el orgullo de sus padres.
Pero eso la agobiaba, eso la enjaulaba y la ponía en una prisión, una prisión hecha de expectativas y sueños que no le pertenecían, pasiones ajenas y lo que ella tenía que ser para tener la aprobación de las personas que la rodeaban.
Su mente era un laberinto sin salida visible, se perdió en sus pensamientos un buen rato, hasta que noto algo, no algo malo.
Algo que era inevitable que pase.
—Eh, tu, ¿quién eres? —preguntó una voz masculina.
Lo que Audrey no sabía era que esa voz sería su escapatoria en un mundo del que no podía salir.
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