Escribir es bueno.
Al menos es bueno para mí, pues, siento que a mí mismo me acerca, me libera de muchos fantasmas que en mí mismo se encuentran. Me ayuda a entender la realidad o lo que sea que es esto que me rodea. Me comprendo mejor.
Y escribir me da placer. Por todo eso escribo, pero...
Los libros están llenos de mentiras.
Los de ficción por lo evidente. Los de historia porque siempre son escritos tan solo por quienes no pierden. Los de filosofía son la subjetividad extrema. Los de religión... ¿Hay que explicarlo?
Puede que se libren algunos de ciencia, y en esos, hasta los más honestos tendrán algún error.
Leer es bueno si da placer y, además, puede ser instructivo para saber lo que sabe mucha otra gente (o no tanta). Pero leer no garantiza conocer la verdad sobre nada.
La mentira es lo único evidente. Y vivimos inmersos en ella, la consumimos, la defendemos, la adoramos, damos la vida por ella.
El telediario, el partido, el dios, el equipo, la patria, el dinero. Mentira, mentira, mentira, mentira, mentira.
Y que amanezca o se ponga el sol, es lo de menos.
Solo importa lo que no es importante.
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