depronto ví mis propias manos a las que les corre sangre venenosa, las venas que escriben para matar, y circulé tu espalda como detallando el altar de un templo, lamiendo tus arcas y saboreando el respirar de tus bellos, allí me encontré tus labios negros que se calentaban en el reblujo de mis ojos, cuando sentí rodearte mi cintura creo que trepé el árbol menos alto desgarrándome la piel sonrojada que se hizo musgo verde para alcanzar el alabo de tu sol, pudiera yo, hiciera mis manos tu única ropa y te cubriría de besitos para regalarte entonces caras perlas, azulada me escondo y revuelvo en tu cabello que tiene más de mi corazón que esta cerámica que respira en mi pecho.
resguárdame tras la puerta de tu cintura y yo bendeciré tus suelos restregando mi cuerpo en ellos, me esconderé bajo tus baldosas para darle vida a tu casa y verte entre los bordes, yo viviré sin tí, pero sin tí ningún pálpito se escuchará enterrado en las tierras de mi piso para arullarme al dormir.

Isabela Murgueitio Gómez
que se manche el papel de poesía y la linfa roja escriba los sonetos más bellos.
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