Dejame descansar un poco acá
Nov 13, 2024
Lo agarré justo cuando estaba por caer con todo el peso muerto de su cuerpo al suelo. Aunque pude evitar un golpe tal vez irreparable, no logré hacer otra cosa más que dejarlo acostado en el piso de madera gastada de la habitación y manotear con una mano la almohada que estaba en la punta de la cama mientras que con la otra sostenía su cabeza que atinaba todo el tiempo a irse para atrás, como si se hubiese convertido en uno de esos muñecos que por lo general llevan los tacheros en su auto y que mueven la cabeza para cualquier lado gracias al movimiento del mismo.
No me respondía. Yo le hablaba constantemente y le pedía que hiciera un esfuerzo por escuchar mi voz, que no cerrara los ojos, que me mirara. Le di unas palmadas en las mejillas mientras intentaba que se reincorpore. Mi lógica me decía que todo se iba a poner peor si yo hacía caso a la única frase que pudo decirme en todo el período de tiempo que duró su estado de convalecencia: “dejame descansar un poco acá”, me dijo, con la voz que parecía arrastrarse en agua estancada. Quería que lo dejara acostado en el piso. Seguía con los ojos sin poder abrir y todo su cuerpo estaba esparcido, como derritiéndose sobre la madera gastada.
Cuando creí que empezaba a volver a tomar conciencia porque pudo mantener su mirada en mis ojos por un segundo, sus ojos se fueron hacia atrás y su cuerpo se endureció completamente. Todo el tiempo tuve la intención de ir al living, donde estaba mi teléfono, y llamar a una ambulancia. A la vez, pensaba en que tenía que reanimarlo de alguna manera, que no podía dejarlo solo en ningún momento. En situaciones como ésta, cada microsegundo es una chance de vida o muerte. En uno de esos microsegundos, mi cabeza se ocupó de pensar en que quizás se moría ahí mismo. Y todo es así de drástico porque no entendés qué carajo está pasando en el cuerpo del otro. Pero salió de ese estado de parálisis, aunque todavía no podía mantenerse despierto por completo.
Fui corriendo a la cocina mirando constantemente hacia atrás, donde estaba él. Me choqué con una puerta y algunos muebles, pero en ese momento no me dolió nada. Ahora descubro algunos moretones y entiendo que pueden deberse a la secuencia de ese día. Logré llenar un vaso de agua fría y otro de gaseosa de lima-limón. El agua la usé para mojarle la nuca que seguía blanda, al igual que todo su cuerpo. El estado de languidez en el que estaba era inédito. Él jamás había pasado por algo similar. Mi desesperación tenía que ver con eso.
Cuando finalmente logré que se quedara sentado, le pedí que abra la boca para que tome un poco de la gaseosa lima-limón. El próximo paso era que recuperara su color de piel natural. Estaba tan pálido que su piel se volvió transparente, tanto que yo podía ver las venas de su rostro perfectamente, como si fuesen una enredadera agarrada de un paredón. Sentí que lo peor había pasado cuando se agarró de mis brazos con la intención de ponerse de pie. Lo ayudé a pasar del piso a la cama y lo tapé porque me dijo que sentía frío. Su termómetro corporal comenzaba a regularse. Empezó a hablar un poco más y me pidió perdón por haberme asustado. No estaba equivocado. Me había asustado de verdad. Los nervios que había sentido cinco minutos atrás atravesaron la piel de mi cuello, mi espalda y mis brazos y penetraron como agujas que al más mínimo movimiento, me pinchaban haciéndome doler.
Sí fue un error que me pida perdón por haberse desvanecido. Ahora pienso que le hubiese cambiado ese perdón por alguna otra vez que sí necesité que me lo pidiera y no lo hizo. Digo esto suponiendo que él también debe tener cosas para decir sobre mí. Y no tan felices. Pero tiene la certeza de que cuando esté a punto de pegársela contra el piso y yo esté justo en ese momento, voy a sostenerlo. Él también hizo lo mismo conmigo, aunque mi situación fue más bien vergonzosa: una vez, sostuvo mi cuerpo bajo la ducha porque yo no podía hacerlo por mi propia cuenta. Había tomado alrededor de diez gin tonic en el bar Rodney. Fue la última vez que me emborraché hasta perder la conciencia o parte de ella. Después de ese episodio, encontré otros atajos.
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