No sé si eras vos o el deseo que tenías de mí,
pero esa forma en la que me agarrabas la mano —fuerte, con hambre— decía más que todo lo que no se pudo decir.
Te acercabas como si quisieras meterte adentro de mi cuerpo,
literalmente:
tus manos se metieron por la campera,
buscando mi piel como si te calmara.
Como si tocarme el brazo fuera más necesario que respirar.
No me soltabas.
Tus dedos entre los míos eran un ancla y una orden.
¿Vamos?, te dije. Y no íbamos.
Nos quedábamos.
Inquietos.
Nos acercábamos hasta que tu frente rozaba la mía,
como si necesitáramos respirarnos el uno al otro.
Tus manos, chiquitas pero decididas,
se aferraban a mí como si al tocarme
pudieras anclarte en el mundo.
En mi mundo. En nuestro mundo.
Me mordías y besabas el cuello.
Te dije “más fuerte” y obedeciste.
Yo no sabía si querías escaparte o quedarte a vivir ahí,
entre mi barba y el vértigo.
Nos sentamos en ese banco del subte
como si estuviéramos en un ring.
Frente a frente.
Tus ojos me hablaban en otro idioma.
Yo solo podía mirar.
Nunca me vi así: vulnerable, rendido, deseando con el cuerpo y el alma, envuelto en amor frente a alguien.
Tus labios. Tu boca. Tu silencio. Mi mano entre tus piernas (¿recordás esa sensación?).
Y sí, nos besamos. Conexión.
Besabas lento, y después te volvías salvaje.
Me pedías más sin decirlo.
Todo alrededor se movía, pero nosotros éramos el centro.
Y si. Como una película.
Pero no una cualquiera:
una que se escribe con el cuerpo,
con miradas que son promesas
y roces que son
una declaración de amor en idioma físico.
Y de pronto, el contraste:
el silencio del baptisterio,
las luces suaves,
el murmullo del arte rodeándonos.
Bailamos. Lento. Nariz contra nariz.
Sentía tu respiración. Tus gemidos.
Como si nuestros cuerpos ya se conocieran de otra vida.
Como si fuera una escena robada al tiempo,
un paréntesis de paz
en medio del deseo.
Me hablabas. Suave. Muy suave.
Como si tu voz no quisiera interrumpir
lo que tu cuerpo ya estaba diciendo.
Esa voz tuya—
que entra como una caricia
y desarma todo lo que toca—
me volvió a descolocar.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión