Si el cuerpo siente,
la mente no busca una pausa
y el corazón late impaciente,
¿por qué habría de intentar encerrar tal sentimiento en palabras?
Como si bastaran.
Como si cada vez que la veo no se hiciera incluso más agudo ese sentir.
Una verdad. Inagotable.
Este escrito la prueba -rendija- de que, aún así, puedo decir sobre lo que me hace sentir.
Si fuese más capaz, escribiría sobre la manera en que se ajustan nuestros cuerpos a cada curva de la otra cuando nos abrazamos.
Hablaría sobre lo hipnotizante de verla a los ojos, pensando en que me alcanzaría si fuese la última vez y aunque no pudiera ver nada más, en las incontables veces en que no deseaba nada más que poder verla.
Detallaría lo amplio que se vuelve todo espacio, lo brillante de cada color, el suspiro de cada viento, lo romántico en cada hoja al caer, la suavidad de su piel, la sumersión en contar cada lunar, cada peca, cada beso que me dé y cada vez que nuestras manos se acerquen para luego entrelazarse.
Me detendría si pudiese, pero tampoco es lo que quiero.
Me acuesto envuelta en las maneras que tengo de recordarte.
Dormir juntas y soñar sobre nosotras.
Sueño con vos, sos bastante todo lo que soñé.
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