Debí de nacer ciego
Debí de nacer ciego
¿Cómo todo puede ser
de estos tonos y estos colores?
“Estoy ciego, no mudo”. Me digo mientras
repito lo de todos los días,
esos mantras que anoté
en arrugadas y sucias servilletas de papel.
Me escucho en mi cabeza y pregunto al voleo
si también lo oyen. En un eco
que nace de la madrugada al crujir, como ahora,
me pienso sonriendo. Sigo oyendo y me contento
como un niño y su tesoro, y con su sueño
arropado con palabras dulces antes de dormir.
Como un hombre con su tiempo cumplido
libre y sereno para morir.
¿A quién le hablo?
Quizás no estoy ciego, aquí
la luz se ha fugado tomando de la mano
a esto que he vivido.
Río,
en silencio.
“Gracias”, digo
lento al pestañear.
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