Deber y salvación.

...

Hoy es una de esas mañanas.

A veces tengo la sensación de haber dicho ya todo lo que yo puedo decir sobre cualquier cosa.

La política, su alredoría, es tan repetitiva, que acaba hundiendo a la imaginación en una espiral círculo vicioso de golpes contra un tentempié irrompible. Es cansado este esfuerzo de Sísifo.

Quienes leen lo que escribo ya están convencidos. Así, es como predicar en misa: tienen los curas todo ganado de antemano. Feligreses rebaño.

Perdonen, no pretendo llamarles borregos, eso es cosa bíblica y para seguidores de dioses inventados.

Aquí, es lo que digo, vienen, acaso, a confirmar su convicción, y, supongo y espero, porque les gusta el modo que gasto.

Gracias les doy, no lo duden, que escribir sin lectores no es que sea un fracaso, pero puede ser una decepción si uno pretende ser leído.

Pero, digo, entiendo que no vienen gentes con dudas para ver si mis razones les aclaran algo. Si alguien asoma del "lado oscuro" es, quizás, para odiarme un rato.

Las ficciones son otra cosa. Ahí siempre hay tajo, pero me da que no interesan tanto. Y es extraño, porque, para mí, donde esté un sueño incomprensible, que se quite la realidad de telediario.

La cosa, al fin, es que, aunque hay hoy, como cada día, material de sobra para seguir deprimidos, indignados, cabreados, he sentido que iba a decir de lo mismo que llevo ya diciendo años, y he pensado que hoy, me dejo llevar por el hartazgo.

Pero sé que el negociado es necesario.

Nos comen si nos callamos.

Seguiré. Si quiero como si no.