"¿Qué es lo que te gusta de mí?", ella preguntó, y no supe por dónde empezar.
Sería más fácil enumerar lo que no me gusta, pero no hay nada en ella que yo no adore.
Amo su sonrisa, amo su voz, amo cada parte de su cuerpo, amo los hoyuelos que se forman en sus mejillas cuando sonríe, amo el lunar en su mejilla, su pelo, sus cejas, sus brazos y sus piernas, pero sin saber si limitarme a lo físico era la respuesta correcta, "me gusta cómo me haces sentir, cómo me tratas", le contesté.
"De mí...", repitió, algo triste.
Me gusta cuando está feliz, cuando habla de lo que le gusta, el brillo en sus ojos cuando algo sale bien, y así mismo, las lágrimas que caen de sus ojos cuando estamos distanciadas. Amo todo lo humanamente visible sobre ella, amo que sea tan real, amo compartir mi tiempo con ella, su actitud, su manera de amar, amo cómo logra volver sus pasiones mías con el simple hecho de escucharla hablar, e incluso, me encanta cuando estamos divagando por temas tontos y dice algo que hace brotar una sonrisa boba en mí. Simplemente amo conocer en profundidad a su ser.
"Me gusta cuando sos vos, amor, no puedo describirlo ahora", comenté.
Leí la tristeza en su expresión, quizás el miedo a ya no ser suficiente. "Para que te quedes tranquila, me encantas, y cada día que te conozco, me enamoro un poquito más".
Sonrió. Me encanta verla sonreír, podría verla por horas. "Amo todo de vos, amo tu sonrisa, me gusta cuando estás feliz, y así mismo, amo conocerte tanto como para saber cómo te sentís con solo mirarte a los ojos. Amo estar en silencio ante tu presencia, porque las palabras se vuelven vacías cuando veo tus ojos. No me alcanza para describir lo que me gusta de vos con palabras".
"Te amo, tonto", contestó alivianada, pero la pregunta quedó dando vueltas por mi cabeza: "¿Qué me gusta de ella? ¿Por qué me gusta que sea específicamente de ella?". Y al final, la respuesta más cercana a esa pregunta es que ella se volvió una parte indispensable de mí, y yo de ella, porque su sonrisa me transmite paz, porque cuando está feliz, yo soy feliz, porque las mariposas que siento cuando escucho su risa, su voz, son un sentimiento único. Y espero que, si algún día esto se termina, encuentres a alguien que sienta lo mismo que yo por vos. Creo que no merecés menos.
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